Page 146 - El nuevo zar
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Una de las llamaradas que preocupaban a Yeltsin involucraba la lealtad
               del  FSB.  Incluso  durante  la  implosión  de  la  economía  del  país,  Yeltsin  se
               inquietaba por el poder de la agencia. Yeltsin, que había hecho más que nadie
               por romper el puño de hierro del Partido Comunista soviético, nunca logró

               purgar  las  agencias  de  inteligencia  con  el  fervor  de  los  alemanes  en  1989.
               Dependía  demasiado  de  los  oficiales  de  inteligencia  y  sus  comandantes,  y

               mantenía la esperanza de restringir su influencia en la política y la sociedad
               enfrentando a unos contra otros.[12] Para los veteranos del KGB, los cambios
               que  ocurrieron  en  la  década  de  1990  fueron  desorientadores  y  humillantes.
               Muchos  de  ellos  dejaron  las  filas  para  servir  como  jefes  de  compañías  de

               seguridad  que  pronto  quedaron  atrapadas  en  batallas  violentas  por  activos;
               otros  se  pasaron  a  la  delincuencia,  tratando  de  explotar  las  debilidades  del

               Gobierno. Con frecuencia, era difícil decir quién era quién.

                    Poco después de su reelección en 1996, Yeltsin nombró a un veterano del
               KGB, el general Nikolái Kovaliov, como director del recién creado FSB. Era

               el  sexto  jefe  de  los  servicios  de  seguridad  internos  desde  el  colapso  de  la
               Unión  Soviética.  Yeltsin  lo  consideraba  un  administrador  competente,  pero
               estando  en  el  poder  desarrolló  «una  enorme  antipatía  personal  por  los
               negocios  y  todos  sus  representantes».  «Simplemente,  despreciaba  a  las

               personas que tenían gran cantidad de dinero», escribió Yeltsin.[13] No estaba
               solo entre los funcionarios de seguridad que conservaban sus magros salarios

               del  Gobierno  y,  como  muchos  trabajadores  rusos,  observaban  mientras
               fortunas inconcebibles aterrizaban en las manos de unos pocos privilegiados
               (inmerecidamente, pensaban). Dado el antisemitismo histórico del servicio de
               inteligencia,  no  sorprende  que  gran  parte  de  su  furia  fluyera  hacia  los

               oligarcas  judíos.  Los  judíos  «traicionaron  a  Rusia»,  creían,  al  manipular  al
               presidente  y  haber  provocado  la  crisis  económica  que  se  desarrollaba

               entonces.[14]  Lo  que  más  alarmaba  a  Yeltsin  era  que,  bajo  la  dirección  de
               Kovaliov, el FSB había comenzado a buscar a estos nuevos «enemigos del
               pueblo»,  recabando  material  comprometedor  (kompromat),  contra  los

               ejecutivos  de  los  bancos  y  otras  compañías,  como  habían  hecho  sus
               investigadores  contra  Sobchak.  Ahora,  el  fervor  del  FSB  amenazaba  a  las
               personas dentro de la «familia» de Yeltsin, incluso al mismo Yeltsin. Decidió

               que era necesario refrenar a la agencia. Necesitaba su propio hombre en el
               FSB.
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