Page 144 - El nuevo zar
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dos  años  antes  ahora  respaldaban  a  Chernomirdin,  sobre  todo  Boris
               Berezovski.  Matemático  en  otro  tiempo,  bajo  e  incipientemente  calvo,
               Berezovski había construido un imperio financiero que incluía automotrices,
               bancos, petróleo y la participación como accionista mayoritario en una cadena

               de televisión estatal, ORT, que blandía como un instrumento de poder político
               y venganza. Yeltsin lo había nombrado para su Consejo de Seguridad tras su

               reelección  en  1996  y,  poco  después,  lo  despidió.  Berezovski  era  volátil  y
               desleal; a su entender, un aliado era un «fenómeno temporal», dijo una vez un
               funcionario de seguridad. «Para Berezovski, las personas se dividen en dos
               categorías: un condón en su envoltorio y un condón ya usado.»[7]


                    Berezovski  veía  a  Kiriyenko  como  un  reformista  al  estilo  de  Anatoli
               Chubáis o Boris Nemtsov, los jóvenes liberales traídos para reestructurar la
               economía de Rusia. En otras palabras, Kiriyenko era un obstáculo para sus

               intereses  comerciales.[8]  Desató  entonces  toda  la  fuerza  de  su  canal  de
               televisión contra el candidato y se alió con los comunistas del Parlamento,

               que lo despreciaban por ser un rico magnate. Yeltsin logró sacar adelante la
               designación de Kiriyenko solo con la amenaza de disolver el Parlamento —
               como permitía la Constitución— si este no aprobaba la candidatura después
               de  tres  votaciones.  Kiriyenko  fue  confirmado  con  muy  poco  margen  en  la

               tercera  vuelta.  Los  opositores  a  Yeltsin  en  el  Parlamento  se  consolaron
               redactando artículos para su juicio político.






               La reestructuración en el Gobierno de Yeltsin creó una nueva vacante para
               Putin.  En  mayo  de  1998,  aceptó  su  tercer  nuevo  empleo  en  el  Kremlin  en

               menos de dos años. Nunca estuvo cerca de Yeltsin y no tenía suficiente poder
               en ese momento para figurar en sus intrigas. Y, sin embargo, su competencia y
               lealtad  le  habían  permitido  ascender  en  la  burocracia,  con  frecuencia  para

               sorpresa  de  personas  como  Chubáis.  Esta  vez,  Yeltsin  lo  nombró  principal
               vicedirector de la administración presidencial y lo puso, así, a cargo de las
               relaciones  con  las  ochenta  y  nueve  regiones  del  país.  El  empleo  era  una

               extensión natural de su trabajo en el Directorio Principal de Control, donde
               había  acumulado  expedientes  de  corrupción  y  actividad  ilícita  por  parte  de
               funcionarios  regionales.  Rusia  es  nominalmente  una  federación  de  sus

               regiones  y,  aunque  la  Constitución  de  1993  le  dio  al  presidente  autoridad
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