Page 143 - El nuevo zar
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pudiésemos  percibir  que  algo  en  el  país  estaba  cambiando.»[3]  Algo  sí
               cambió, pero no lo que él o cualquier otro imaginaban. La crisis económica
               que barrió a Asia en el otoño de 1997 derrumbó la economía mundial y, lo
               que era más grave para Rusia, el precio del petróleo. A fines de 1997, el barril

               de  petróleo  se  vendía  por  menos  de  lo  que  les  costaba  extraerlo  a  las
               petroleras rusas; en los primeros tres meses de 1998, la industria que proveía

               la mayoría de los recursos de Rusia perdió más de 1.500 millones de dólares.
               [4]  Los  ingresos  públicos  del  Gobierno,  ya  bajos  debido  a  la  desenfrenada
               evasión fiscal y la fuga de capitales a cuentas en el exterior, se desplomaron, y
               el  Gobierno  de  Yeltsin  pronto  consumió  sus  reservas  en  su  intento  por

               mantenerse.






               El  21  de  marzo  de  1998,  Yeltsin  citó  a  su  primer  ministro,  Víktor
               Chernomirdin, a su dacha, donde ahora pasaba más tiempo que en el Kremlin.
               Chernomirdin había ocupado ese puesto durante más de cinco años y había

               sido un baluarte en el Gobierno durante los peores años de agitación política y
               económica. Con Yeltsin cada vez más debilitado y unas nuevas elecciones ya
               en el horizonte, algunos pensaron que Chernomirdin podía ser el sucesor del

               presidente,  una  idea  que  atormentaba  a  Yeltsin,  quien  quería  a  alguien
               «absolutamente  libre  de  la  influencia  de  cualquier  grupo  político  o
               financiero».[5] De modo que despidió a Chernomirdin y luego dio razones

               vagas  y  contradictorias  de  su  proceder.  Alegó  que  el  país  necesitaba  un
               tecnócrata, pero en realidad él quería un subordinado como primer ministro,
               no un rival en ciernes. El elegido por Yeltsin para reemplazarlo fue Serguéi

               Kiriyenko,  un  antiguo  banquero  de  Nizhni  Nóvgorod.  Con  treinta  y  cinco
               años, era casi un cuarto de siglo más joven que Chernomirdin y había llegado
               a Moscú apenas el año anterior para ocupar el cargo de ministro de Energía.

               No se enteró de su destino hasta la mañana del anuncio y, de acuerdo con
               Yeltsin, tuvo que «serenarse primero para entender la lógica de todo».[6]

                    La  Duma  rechazó  dos  veces  la  candidatura  de  Kiriyenko,  con  lo  cual

               subrayó la influencia menguante de Yeltsin e intensificó la atmósfera de crisis
               política.  Chernomirdin  anunció  sin  demora  que  se  presentaría  para  la
               presidencia  en  2000  y  confirmó,  así,  el  temor  de  Yeltsin  respecto  de  sus

               ambiciones. Incluso algunos de los oligarcas que habían respaldado a Yeltsin
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