Page 165 - El nuevo zar
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su hospitalización, le había contado que la «familia» había estado satisfecha
con su partida discreta en febrero y le había ofrecido hacerlo embajador en
Finlandia: un «exilio honorable». Skurátov se había negado.
«¿Qué le gustaría ser, entonces?», preguntó Putin. Skurátov le dijo que
quería continuar con «el mismo trabajo que venía realizando».[9]
Después de que Skurátov dejara el hospital en febrero, Putin intentó
nuevas tácticas para persuadirlo de que dimitiera. Lo llamó una vez y le contó
al fiscal que empatizaba con su dilema; le confió que «decían» que había una
cinta de vídeo similar ¡sobre el mismo Putin! Quizás sería mejor evitar el
escándalo dando un paso al lado.[10] Putin visitó a Skurátov otra vez en su
residencia oficial en Arjángelskoye —eran vecinos— y, al pasear entre los
árboles, se lo trabajó como a una fuente o a un recluta, alternando
confidencias con amenazas. «Yuri Ilich —comenzó, con respeto—, me
sorprende que hayas logrado trabajar tres años y medio en este pozo negro.»
Dijo que no se podía imaginar sobrevivir en su trabajo hasta el fin del
mandato de Yeltsin. Luego, el tono de Putin cambió abruptamente. Sacó un
manojo de papeles y dijo que había irregularidades en las reformas del
apartamento de Skurátov en Moscú. Insinuó que Skurátov se encontraba en el
punto de mira debido a su investigación sobre el exjefe de Putin, Pável
Borodín.[11]
Durante todo eso, pensó Skurátov, Putin no había faltado en ningún
momento a la cortesía, pero la alusión a Borodín confirmó en su mente que
sus investigaciones habían acertado sin duda acerca de Yeltsin y su «familia».
Los contratos de Borodín con Mercata, la compañía que había restaurado el
Kremlin en 1994, y su compañía hermana, Mabetex, también eran ahora
objeto de escrutinio de investigadores en el exterior. Había transacciones
sospechosas que sugerían lavado de dinero. En enero, apenas semanas antes
de que apareciera la cinta de vídeo, investigadores en Suiza habían registrado
las oficinas de Mabetex en Lugano y habían confiscado documentos que
parecían mostrar que la compañía no solo había pagado sobornos a
funcionarios rusos para obtener proyectos de construcción, sino que también
había pagado el saldo de las tarjetas de crédito de las hijas de Yeltsin. La
fiscal general de Suiza, Carla Del Ponte, había lanzado una campaña procesal
contra el lavado de dinero en Suiza, con la queja de que el país afrontaba la
amenaza «del dinero sucio ruso»,[12] y como resultado emergieron las
pruebas contra Mabetex. Justo cuando se desarrollaba el escándalo de