Page 167 - El nuevo zar
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De todas las controversias políticas en torno a la presidencia de Yeltsin, la
               investigación que Skurátov y los suizos lanzaron sobre Mercata y Mabetex
               planteó  la  amenaza  más  seria  hasta  el  momento  para  el  presidente  y  su

               «familia». Hasta Yeltsin reconoció que este era el único escándalo capaz de
               seguir en boca de la gente por bastante tiempo y que incluso podría llevar su
               presidencia  a  un  fin  prematuro.  El  día  después  de  su  confrontación  con

               Skurátov, Yeltsin dejó el hospital y regresó brevemente al Kremlin. Despidió
               a su secretario de Estado, Nikolái Bordiuzha, sin explicación pública, aunque
               más tarde muchos dieron por sentado que se debió a su fracaso para despedir

               a Skurátov discretamente. Bordiuzha, un exoficial militar, recibió un «exilio
               honorable» como el que Putin le había ofrecido a Skurátov y se convirtió en
               el embajador de Dinamarca. Yeltsin lo reemplazó con Aleksandr Voloshin, un

               exsocio comercial de Boris Berezovski. Diez días después, lo ascendió a Putin
               a secretario del Consejo de Seguridad.

                    Fue entonces cuando Putin intervino de una forma que profundizaría la

               confianza de Yeltsin en él. Aunque Putin negó que su agencia registrara el
               encuentro amoroso de Skurátov, sí dejó claro que el FSB tenía conocimiento
               íntimo  de  su  procedencia.  El  2  de  abril  anunció  que  la  cinta  de  vídeo  era

               efectivamente genuina, primero ante el Consejo de la Federación y «con la
               mirada baja», según lo describió Skurátov, y luego otra vez en declaraciones a
               reporteros. Por muy incómodo que fuera, no bastaba para obligar a Skurátov,

               pero Putin había encontrado un tecnicismo legal que le ganó a la obstinación
               del consejo. Anunció que había habido otras «fiestas» como la del vídeo, y

               que las habían pagado delincuentes que intentaban ejercer influencia sobre las
               investigaciones de Skurátov. Si se demostraba la verdad de aquello, sería un
               delito  grave  y,  dado  que  todo  empleado  público  que  fuera  objeto  de
               investigación  judicial  debía  dejar  el  cargo  hasta  que  se  resolvieran  las

               acusaciones,  el  anuncio  de  Putin  logró  lo  que,  hasta  ese  momento,  parecía
               imposible. En medio de la noche, el Kremlin llamó a un vicefiscal en Moscú,

               le presentó las pruebas del FSB y le ordenó abrir una investigación. Ahora
               Skurátov no tenía más opción que hacerse a un lado hasta que este nuevo caso
               en su contra se resolviera.

                    Yeltsin  entonces  anunció  que  había  suspendido  a  Skurátov.  Eliminó  su

               servicio  personal  de  seguridad,  cortó  las  líneas  telefónicas  de  su  oficina  y
               ordenó que se sellara su despacho. «Rusia sin un fiscal general era el menor
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