Page 231 - El nuevo zar
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Rusia inicialmente rechazó ofertas de asistencia internacional de Noruega,
Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Putin solo aceptó después de que el
presidente Clinton lo llamara a Sochi e insistiera en su oferta. Al aceptar
asistencia, Putin debía pasar por encima de Serguéiev y los almirantes, cuya
mayor preocupación no era la tripulación, sino la posibilidad de que los
enemigos de Rusia conocieran los secretos de su flota submarina nuclear.
Cuando finalmente llegaron buzos británicos y noruegos —pero no
estadounidenses— con un vehículo de rescate el 21 de agosto, lograron abrir
la escotilla de emergencia exterior del Kursk en seis horas, algo que los rusos
no habían logrado hacer en nueve días. Para entonces, todos a bordo estaban
muertos. Sus expectantes familias, todavía aferradas a la esperanza, estallaron
de furia, y eso llenó las noticias no solo del NTV de Gusinski, sino también
del canal que controlaba Berezovski.
Putin había regresado a Moscú discretamente en la mañana del 19 de
agosto, pero continuó diciendo poco sobre la crisis y dejó que los medios
declararan que el país estaba falto de líder en su hora trágica. Esa mañana
Berezovski descubrió las consecuencias de la cobertura crítica. El secretario
de Estado de Putin, Aleksandr Voloshin, le dijo llanamente que el canal estaba
«operando en contra del presidente». Voloshin, que una vez había sido socio
de Berezovski, ahora le dijo que debía abandonar el control de la cadena o
seguir los pasos de Gusinski. Berezovski insistió en tener una reunión en
persona con Putin y, cuando se encontraron en el Kremlin el 20 de agosto,
junto con Voloshin, la ira de Putin estalló. Dijo que tenía un informe que
afirmaba que los reporteros de Berezovski habían pagado a prostitutas para
que aparecieran en los informativos de noticias diciendo que eran las esposas
o hermanas de los marineros. «No son prostitutas, son verdaderas esposas y
hermanas —insistió Berezovski—. Tus idiotas del KGB te están llenando la
cabeza de inventos.»[49]
Con eso, la suerte de Berezovski estaba echada. Putin había llegado
preparado. Abrió un expediente y comenzó a leer acerca de la mala gestión
financiera en el canal de televisión estatal.[50] Berezovski balbuceó una
protesta, pero no podía hacer nada. Putin le estaba arrebatando cualquier
influencia que esperara tener en el Kremlin. Sería la última reunión entre
ambos: uno se retrató a sí mismo como un Rasputín moderno y el otro estuvo
contento de deshacerse de un odioso oligarca que ejercía el poder de la
televisión.