Page 233 - El nuevo zar
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hiciera pública. Una cámara de televisión de uno de los canales estatales —no
               el de Berozovski— filmó desde un balcón, pero el Kremlin difundió el vídeo
               sin sonido para que los televidentes nunca escucharan las inexactitudes de sus
               declaraciones  o  las  protestas  airadas  de  la  muchedumbre.  Sin  embargo,  un

               periodista logró grabar el suceso sin ser advertido. Era Andréi Kolésnikov,
               uno de los tres periodistas que habían entrevistado al presidente interino para

               Ot  pervogo  litsa.  En  su  relato,  Putin  finalmente  logró  contener  la  furia,
               especialmente con sus promesas de compensación para los familiares —diez
               años  de  sueldo  y  pisos  en  Moscú  y  Petersburgo—,  lo  cual  había  ocupado
               cerca de una hora de la reunión. «Putin salió de ahí —escribió acerca de la

               reunión— como el presidente de unas personas que habían estado a punto de
               cortarlo en pedazos un rato antes.»[53]

                    Fue una experiencia abrasadora. Algunos en la muchedumbre gritaron que

               no  querían  su  dinero,  que  querían  a  sus  seres  queridos.  La  luna  de  miel
               política de Putin había terminado. El aura de invencibilidad —el hechizo del

               ascenso del neófito político que restablecería la grandeza de Rusia— se había
               disipado.  Putin  creía  saber  por  qué;  no  era  el  estado  de  abandono  de  las
               fuerzas militares o la obstinación de estilo soviético de los comandantes de la
               Marina,  que  seguían  culpando  a  los  estadounidenses.  Se  negó  a  aceptar  la

               oferta  de  renuncia  del  mariscal  Serguéiev  o  a  castigar  a  cualquiera  de  los
               comandantes que  tan  claramente  habían  mentido  acerca  de  la  tragedia.[54]

               No,  la  causa  de  la  mala  fortuna  política  de  Putin  eran  los  medios.
               «¿Televisión?», estalló Putin en el club de oficiales cuando le preguntaron por
               qué  habían  rechazado  inicialmente  la  asistencia  extranjera  para  el  rescate,
               como se había informado ampliamente. «¡Mienten! ¡Mienten! ¡Mienten! Hay

               gente en televisión que se queja más que nadie hoy y que, en los últimos diez
               años,  ha  destrozado  el  mismo  Ejército  y  la  misma  Marina  en  los  que  hoy

               mueren personas.»

                    En caso de que alguien tuviera alguna duda respecto de a quiénes culpaba,
               Putin apareció en la televisión estatal de Moscú al día siguiente para dirigirse

               a  la  nación  por  primera  vez.  Tras  expresar  «un  total  sentido  de
               responsabilidad y culpa por esta tragedia», denunció con rabia a aquellos que
               «sacaron ventaja de esta calamidad sin ningún tipo de escrúpulo». Sin dar sus
               nombres, se refirió a la promesa de Berezovski de reunir 1 millón de dólares

               para los familiares de la tripulación y mencionó las casas de campo que él y
               Gusinski tenían en el extranjero. A nadie se le escapó a quiénes aludía.
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