Page 228 - El nuevo zar
P. 228
huesos. En tu pecho está el fuego de un verdadero demócrata y un verdadero
reformista. No estoy seguro de que Putin tenga eso.»[44]
La visita de Clinton finalizó sin conclusiones. No obtuvo el apoyo de
Putin para cambios que permitieran defensas de misiles. Ni tampoco Putin
acató su llamamiento a respetar la libertad de prensa. Nueve días después de
su partida, el nuevo fiscal general, Vladímir Ustínov, convocó a Gusinski,
ostensiblemente para preguntarle acerca de las balas de la pistola decorativa
encontrada en sus oficinas centrales. Gusinski llegó tarde y fue
inmediatamente arrestado.
El 12 de agosto, durante el apacible mes de las vacaciones de verano, Putin
finalizó una última serie de reuniones con sus consejeros de seguridad
nacional en el Kremlin y luego partió con su familia hacia Sochi, el paraje del
mar Negro adorado por los líderes soviéticos durante décadas. Se quedaron en
la dacha presidencial que él y Liudmila habían admirado desde la distancia
durante el gobierno de Brézhnev. Apenas tendría tiempo para descansar. A la
mañana siguiente recibió una llamada telefónica del ministro de Defensa, el
mariscal Ígor Serguéiev. La hora temprana solo podía significar malas
noticias, que resultaron ser la prueba más seria para su joven presidencia hasta
el momento.
El submarino nuclear más nuevo de Rusia, el Kursk, había perdido
contacto con la Flota del Norte durante un ejercicio de entrenamiento en el
mar de Barents. La construcción del Kursk había comenzado en tiempos
soviéticos y se completó en 1994, cuando la fuerza militar del país, alguna
vez poderosa, alcanzó el nadir de su decaimiento postsoviético. Era el orgullo
de la Marina rusa: un buque de guerra gigante diseñado para batallar
portaviones estadounidenses. Ahora se había perdido en aguas territoriales
fuera de Múrmansk y nadie sabía por qué. Al parecer, Serguéiev confundió a
Putin respecto de la gravedad de la crisis, quizás porque a él también lo había
confundido la Marina. El comandante de la Flota del Norte, el almirante
Viacheslav Popov, emitió una declaración en la que establecía que el ejercicio
había sido un éxito rotundo, pero no hizo mención alguna al desastre que era
obvio no solo para los comandantes rusos, sino también para los
estadounidenses y otros militares extranjeros que habían observado el