Page 240 - El nuevo zar
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Putin viajó a dieciocho países durante su primer año en funciones, con
frecuencia con Liudmila. Proyectaba la imagen de una nueva Rusia
entusiasmada por interactuar con el mundo y borrar algunos vestigios de la
Guerra Fría. Después de su foco inicial en la política interna, ajustó la política
exterior de Rusia en modos que Yeltsin nunca había podido, debilitado como
estaba por los comunistas y los nacionalistas todavía nostálgicos de la
superpotencia perdida que había sido la Unión Soviética. Putin buscaba nada
menos que un reacercamiento con Occidente, especialmente con Europa, pero
incluso con el «principal adversario» contra el que se había entrenado para
combatir como oficial de inteligencia. En 2001 cerró puestos militares de la
era soviética en el extranjero, incluido un puesto enorme de escuchas en
Lourdes, Cuba, y una base naval y de inteligencia en Vietnam, jurando que la
nueva Rusia debía enfocar sus recursos en fortalecer su fuerza militar para
contraatacar la amenaza más acuciante del extremismo islámico en el
Cáucaso Norte. Tras los ataques del 11 de septiembre, Putin suavizó su
oposición pública acerca de la ampliación de la OTAN, en cuya siguiente
ronda se haría Estados miembros a Lituania, Letonia y Estonia, las tres
repúblicas de los Balcanes que habían sido anexadas por la Unión Soviética y
aún incluían poblaciones rusas considerables. (Como candidato en marzo de
2000, Putin incluso había sugerido que Rusia podía unirse a la OTAN algún
días.)[9] Mientras Estados Unidos iba a la guerra contra los talibanes y Al
Qaeda en Afganistán en octubre, Putin proporcionó no solo inteligencia rusa,
sino también dinero y armas a la Alianza del Norte, los afganos que habían
seguido resistiendo a los talibanes después de que tomaran el poder en 1996,
y que antes habían luchado contra la invasión soviética. Putin también
consintió el establecimiento de bases militares estadounidenses en Uzbekistán
y Kirguistán: el primer despliegue de soldados estadounidenses en una zona
perteneciente a la antigua Unión Soviética desde la Gran Guerra Patriótica.
Los movimientos de Putin encontraron resistencia de los militares rusos,
una burocracia más obstinada que otros sectores de la sociedad y que no había
perdido su herencia soviética. Era ahora una fuerza decrépita —vastamente
reducida, con un personal que a finales de la era soviética era de dos mil
ochocientos millones y por entonces, de apenas un millón— y, después de la
década de 1990, muy corrupta. La mayoría de los soldados eran reclutas