Page 243 - El nuevo zar
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simbolizaba ese pasado.





               Putin  ejerció  su  cargo  durante  un  año  antes  de  actuar,  de  forma  abrupta  y

               quirúrgica,  para  poner  al  recalcitrante  mando  militar  bajo  su  control.  El
               ministro de Defensa, el mariscal Ígor Serguéiev, ya había pasado de la edad
               de  jubilación,  pero  prolongaba  su  mandato  anualmente  apelando  primero  a
               Yeltsin y luego a Putin, en 2000. Serguéiev, entonces de sesenta y tres años,

               dio por sentado que su renombramiento a principios de 2001 sería otra vez
               una  mera  formalidad.[16]  Al  igual  que  Yeltsin  antes,  Putin  prefería  el

               hermetismo y la sorpresa cuando se trataba del momento oportuno para hacer
               sus anuncios. Solo sus consejeros de confianza conocían su plan, y Serguéiev
               no se contaba entre ellos; de otro modo, no hubiera calculado mal el nivel de

               apoyo que realmente tenía en el Kremlin. El 28 de marzo, Putin reunió a su
               equipo  de  seguridad  nacional  en  el  Kremlin  y  anunció  que  Serguéi  Ivanov
               asumiría el cargo de ministro de Defensa. Ivanov era tan cercano a Putin que

               a veces era descrito como su alter ego. Delgado y pálido, peinado con una
               marcada  raya  al  lado  izquierdo  y  cara  perpetuamente  contraída,  Ivanov  se
               había  unido  al  KGB  después  de  estudiar  inglés  y  sueco  en  la  Universidad

               Estatal  de  Leningrado.  Él  y  Putin  se  conocieron  en  1977  en  la  Gran  Casa,
               donde trabajaron juntos durante dos años antes de que despegara la carrera de
               Ivanov.[17] Asistió al Instituto Bandera Roja en las afueras de Moscú, del que

               salió  en  1981  convertido  en  agente  de  inteligencia  exterior  que  prestaba
               servicios encubiertos como diplomático en embajadas soviéticas en Finlandia,
               Suecia y Kenia, y quizás Gran Bretaña. El hecho de que su currículum fuera

               tan opaco subrayaba la clase de espía que había sido Ivanov —y que no había
               sido Putin—. A diferencia de Putin, Ivanov nunca dimitió y había ascendido
               de  entre  las  filas  del  servicio  de  inteligencia  exterior  postsoviético  hasta

               convertirse  en  el  general  más  joven  de  la  nueva  Rusia.  Cuando  Putin  se
               convirtió  en  director  del  FSB,  nombró  a  Ivanov  como  un  «vice»;  Ivanov
               luego lo siguió al Kremlin, donde se sumó al círculo interno de consejeros de

               Putin, por lo que asistía a las reuniones de seguridad nacional de los lunes,
               pero también a las reuniones más informales de los sábados y a las puramente
               sociales que tenían lugar en la residencia presidencial de Putin cada vez que el

               ánimo  lo  propiciaba,  con  frecuencia  hasta  bien  entrada  la  noche.[18]  A
               menudo, Ivanov era retratado como un intransigente, un silovik, que reflejaba
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