Page 241 - El nuevo zar
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sujetos  a  una  forma  brutal  de  novatadas  perpetradas  por  otros  soldados,
               conocidas  como  dedovshchina,  término  derivado  de  la  palabra  rusa  para
               «abuelo». Las condiciones en la fuerza militar eran tan malas que la mayoría
               de las familias rusas hacían todo lo posible por evitar que sus hijos hicieran el

               servicio militar, desde pagar sobornos y fingir enfermedades hasta emigrar. El
               crimen y la corrupción infectaban las filas, desde la cúspide hasta la base, con

               comandantes  que  alquilaban  reclutas  a  modo  de  sirvientes  y  vendían  el
               combustible, las partes o incluso los vehículos enteros de sus unidades.[10]
               Aunque  como  telón  de  fondo  para  su  imagen  popular  prefiriese  buques  de
               guerra  y  aviones  de  combate,  Putin  no  era  un  hombre  militar.  En  tiempos

               soviéticos, los soldados y los oficiales del Ejército Rojo habían despreciado a
               los agentes de élite del KGB, y el sentimiento era, con frecuencia, mutuo. Los

               militares, sin embargo, ocupaban el corazón de la misión de Putin de restaurar
               la nación, y él entendía el estado lamentable en que estaban. Aunque estaba
               ansioso  por  introducir  una  nueva  doctrina  militar  y  transformar  la  fuerza

               militar en una fuerza profesional más austera, moderna y disciplinada, Putin
               se desenvolvió con cautela para imponer su visión en la única institución que
               aún poseía una medida de autonomía, a pesar de su deterioro.

                    Putin casi no mencionó la política militar durante sus primeros meses en

               funciones,  más  allá  de  la  estrategia  para  ganar  la  guerra  en  Chechenia.
               Algunos analistas militares en Rusia declararon a Putin débil y distante; otros

               veían una estrategia maquiavélica para dejar que los comandantes rivales se
               apalearan  entre  ellos  hasta  quedar  en  una  situación  tan  frágil  que debiesen
               someterse  a  Putin.  «Putin  prefiere  tratar  con  personas  políticamente
               incapacitadas, que se sienten constreñidas y, por lo tanto, deben permanecer

               leales  al  presidente»,  escribió  un  destacado  analista  militar.[11]  Tras  el
               desastre del Kursk, Putin se resistió a la expeditiva jugada política de despedir

               a  los  comandantes  cuya  incompetencia  y  mentiras  habían  dañado  su
               popularidad. Resultó ser mucho más calculador; se labró el respaldo popular y
               apuntaló la moral aumentando los salarios de los soldados y prometiendo más

               dinero  para  la  fuerza  militar,  incluso  al  tiempo  que  ordenaba  una
               reestructuración de las fuerzas armadas que reduciría la cantidad de tropas.
               Putin restableció la bandera roja como estandarte del ejército, ahora con la

               doble águila zarista, y la música del himno nacional soviético, aunque con
               una letra nueva. (El himno adoptado tras el colapso de la Unión Soviética no
               tenía letra, y los atletas en los Juegos Olímpicos de Sídney de 2000 se habían
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