Page 276 - El nuevo zar
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sindicato de empresarios, que hasta ese fin de semana había incluido a
Jodorkovski, emitió una declaración en que condenaba el arresto, diciendo
que había «hecho retroceder al país».
Putin se reunió con su gabinete dos días después del arresto de
Jodorkovski. Mientras las acciones, la moneda y los bonos del país se
desplomaban, llamó al fin de «la histeria y la especulación». Rechazó un
llamamiento del sindicato de empresarios a discutir el caso, declarando
gélidamente que no habría «ninguna negociación en asuntos relacionados con
las actividades de cuerpos de seguridad», y advirtió a los ministros del
Gobierno sentados a la mesa que no debían involucrarse en el asunto. Luego
dijo que daba por sentado que «el tribunal tenía buenas razones para tomar
esa decisión», pese a que la autorización final del arresto de Jodorkovski
había llegado del mismo Putin.[43]
Los «liberales» en el bando de Putin, incluido Mijaíl Kasiánov y sus
antiguos colegas de San Petersburgo, Herman Gref y Alekséi Kudrin, estaban
consternados por la investigación, que veían como un signo del fin de su
misión reformista.[44] Kasiánov había cumplido con su acuerdo con Putin
desde 2000: supervisaba las políticas económicas del Gobierno y le dejaba los
temas de seguridad a Putin. Ahora Putin estaba muy involucrado en los
asuntos económicos, a pesar de las protestas de Kasiánov. Cinco días después
del arresto, el fiscal general congeló las acciones de Jodorkovski y su socio en
Yukos. Esto representaba casi la mitad de la compañía, un valor de 14.000
millones de dólares antes de que colapsara con el resto del mercado. Una
portavoz del fiscal general insistió en que el congelamiento no era una
«confiscación o nacionalización», pero resultaría ser exactamente eso.
Kasiánov habló al día siguiente y dijo que la toma de activos era un «nuevo
fenómeno» cuyas consecuencias no podían pronosticarse.[45] Estaba «muy
preocupado», pero ya no tenía ninguna influencia sobre los sucesos.
Solo uno de los consejeros del círculo de Putin planteó una protesta real.
Aleksandr Voloshin, el secretario de Estado que había quedado de la
Administración de Yeltsin y mantenía lazos estrechos con la élite comercial
del país, dimitió el día del arresto de Jodorkovski. Putin intentó convencerlo
de que no lo hiciera durante una serie de reuniones en el Kremlin la siguiente
semana, pero Voloshin sentía que la Administración que había comenzado tan
promisoriamente se había agotado a sí misma y se revolcaba en busca de
enemigos. Cuando se anunció su dimisión, el Kremlin no dijo nada acerca de