Page 272 - El nuevo zar
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hospitalizados, la policía se lo llevó esposado. Lébedev era el presidente de
               Menatep, el banco que controlaba el 61 % de las acciones de Yukos, pero los
               fiscales  lo  acusaron  de  fraude  respecto  de  un  turbio  acuerdo  de  1994  para
               comprar  una  compañía  de  fertilizantes  llamada  Apatit.  Jodorkovski  fue

               convocado dos días más tarde como testigo y, una semana después de eso, la
               policía  hizo  una  redada  en  una  de  las  oficinas  de  Yukos.  El  fiscal  general,

               Vladímir Ustínov, no hizo ninguna jugada en contra de Jodorkovski, pero la
               presión aumentó. Ustínov, antes un fiscal medio de Sochi, no era parte del
               círculo  de  San  Petersburgo  de  Putin,  pero  había  demostrado  su  temple  al
               organizar  los  ataques  judiciales  que  llevaron  a  Gusinski  y  Berezovski  al

               exilio.  Y  se  volvió  cada  vez  más  cercano  a  la  corte  de  Putin  dentro  del
               Kremlin, en especial a Ígor Sechin, cuya hija se casó con su hijo ese año.

                    Jodorkovski y sus socios creían que Putin y Sechin habían ordenado las

               investigaciones de los asuntos de Yukos,[29] pero no esperaban más que un
               asedio  judicial  que  serían  capaces  de  combatir.  Jodorkovski  creía  que  la

               importancia de Yukos para la economía lo protegería a él y a la compañía. En
               una reunión de líderes de departamento de Yukos, Jodorkovski advirtió que la
               compañía  afrontaba  un  ataque  procesal  y  dijo  que  los  que  no  se  sintieran
               preparados debían irse, pero él prometió quedarse y luchar.[30]


                    El  caso  Yukos,  como  pasó  a  conocerse  muy  pronto,  creó  confusión  y
               alarma. Putin fue tan poco claro que nadie sabía si la investigación era señal
               de la primera salva para la renacionalización de las industrias subastadas en

               los años noventa u otra cosa. Funcionarios y empresarios esperaban lo peor.
               La bolsa de Rusia —una inversión lucrativa pero nunca estable— cayó un 15

               % en las primeras dos semanas tras el arresto de Lébedev, y el valor de Yukos
               se redujo en 7.000 millones de dólares, casi un quinto de su total. El día de las
               redadas  en  Yukos,  Putin  se  reunió  en  el  Kremlin  con  la  dirigencia
               parlamentaria,  los  jefes  de  los  consejos  de  los  sindicatos  y  los  magnates,

               representados  por  Arkadi  Volski,  que  advirtió  que  la  escalada  en  las
               investigaciones  dañaría  la  economía.  Putin  no  habló  de  Yukos  de  forma

               directa, pero advirtió que el Kremlin no toleraría organizaciones públicas que
               no colocaran el bien común «por sobre sus intereses corporativos, personales
               o  de  grupo».  En  declaraciones  televisadas,  habló  crípticamente:  «Por
               supuesto, me opongo al forcejeo, y creo que esta no es la forma de resolver el

               problema de los crímenes económicos. No podemos basar nuestras acciones
               en el aplauso a alguien que está siendo encarcelado». En cuestión de semanas,
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