Page 282 - El nuevo zar
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despegaron  del  aeropuerto  de  Domodédovo  en  Moscú,  con  una  hora  de
               diferencia aproximadamente. Casi simultáneamente, alrededor de las once en
               punto, los dos explotaron en vuelo, ambos destruidos por terroristas suicidas
               mujeres. Una había pagado un soborno de 1.000 rublos para subir a uno de los

               aviones después de que el embarque ya hubiese cerrado. Un avión iba con
               destino a Volgogrado; el otro, a Sochi. Ochenta y nueve personas murieron.

                    Al darse cuenta de la gravedad de los ataques, Putin regresó a Moscú y

               ordenó la creación de un cuerpo especial para investigar, pero para el fin de
               semana ya había regresado a Sochi, y no dijo nada más hasta que apareció con
               Chirac  y  Schröder.  Atribuyó  las  explosiones  —el  peor  acto  terrorista  en  el

               espacio  aéreo  de  Rusia—  a  Al  Qaeda,  lo  que  falseaba  groseramente  los
               hechos. Apenas unas horas después de sus declaraciones, una mujer se inmoló
               en  la  entrada  de  la  estación  de  metro  de  Rízhkaia,  en  Moscú,  a  solo  5

               kilómetros al norte del Kremlin. El ataque mató a la terrorista y a otras nueve
               personas, e hirió a más de cincuenta. Entre los funcionarios que corrieron a la

               escena estaban el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, que subrayó el pánico que
               se  estaba  desplegando,  no  diferente  de  aquel  que  había  seguido  a  las
               explosiones  de  los  edificios  en  1999.  La  policía  en  Moscú  anunció  que  la
               terrorista  era  Rosa  Nagaieva,  aunque  esto  último  resultó  falso.[1]  Se

               sospechaba que su hermana, Amanat, había destruido uno de los dos aviones
               de pasajeros; su compañera de piso, Satsita Dzhbirjánova, destruyó el otro.

               Las  tres  compartían  un  lúgubre  apartamento  en  las  ruinas  destruidas  de
               Grozni  con  otra  mujer,  Mariam  Taburova.  Vivían  a  pasos  del  fétido  y
               enfangado  mercado  central  de  la  ciudad,  donde  vendían  ropa  que
               transportaban desde Azerbaiyán.[2] El 22 de agosto, dos días antes del ataque

               a  los  aviones  de  pasajeros,  las  cuatro  habían  dejado  Grozni  y  cogido  un
               autobús a la capital de Azerbaiyán, Baku. Ahora estaban involucradas en una

               nueva  ola  de  terror.  Las  autoridades  pronto  descubrieron  su  ruta,  pero  no
               conocían  la  ubicación  de  Taburova  —y,  según  resultaron  las  cosas,  mucho
               menos la de Rosa Nagaieva—.[3]


                    Putin había empezado 2004 en lo que parecía la cima del poder político.
               Las elecciones parlamentarias habían cimentado su control de la legislatura y,
               si  bien  el  arresto  de  Jodorkovski  había  sacudido  la  bolsa,  no  había  hecho
               mella en sus índices de popularidad, que se mantenían por encima del 70 %.

               Es más, los inversores recelosos parecían aliviados de que el ataque contra
               Yukos  pareciera  una  disputa  personal  y  política,  y  no  el  resultado  de  un
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