Page 283 - El nuevo zar
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impulso por renacionalizar la industria. «La gente va a olvidarse en seis meses
de que Jodorkovski aún está en la cárcel», declaró William Browder, el
director de Hermitage Capital, uno de los fondos en los que se montaba el
auge de Putin.[4] Los efectos de una economía en recuperación parecían
proliferar día a día en nuevos negocios y restaurantes y edificios de
apartamentos, en especial en Moscú y otras ciudades. Los precios del petróleo
se habían más que triplicado desde la crisis fiscal de 1998, y un nuevo
régimen fiscal que impuso Putin a las compañías petroleras —basado,
irónicamente, en propuestas elaboradas por Yukos— inyectaba dinero en las
arcas del Estado. La participación en los beneficios del petróleo que recibía el
Gobierno se había casi duplicado, y la recaudación había crecido desde menos
de 6.000 millones de dólares cuando Putin se convirtió en primer ministro
hasta más de 80.000 millones de dólares.[5] Los rusos hablaban ahora de
convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo y superar a Arabia
Saudí. El auge no era éxito de Putin solamente, y sus críticos se burlaban de él
diciendo que había tenido suerte, pero, como líder indisputado del país,
cosechó los beneficios políticos.
A principios de enero, el Kremlin intensificó la presión en su caso contra
Yukos y anunció que la compañía debía 3.400 millones de dólares en
impuestos pendientes de pago solo por el año 2000. El primer ministro Mijaíl
Kasiánov expresó la única protesta pública. En una entrevista que dio al
periódico Vedomosti, argumentó que Jodorkovski y sus socios no habían
hecho trampas fiscales, sino que solo habían utilizado lagunas legales que
estaban entonces disponibles para cualquiera pero que ahora,
retrospectivamente, eran declaradas ilegales.[6] Putin tomó nota del acto
desafiante de su primer ministro, por leve que pareciera. Kasiánov se cuidaba
de no hablar nunca directamente contra su jefe, pero al sábado siguiente, en
una reunión regular del Consejo de Seguridad, Putin pidió a sus miembros
que se quedaran tras concluido el orden del día habitual. El consejo abarcaba
a los funcionarios más importantes del país, incluidos los ministros de
Defensa y Asuntos Exteriores y, por supuesto, Kasiánov, como primer
ministro. Putin le pidió al fiscal general, Vladímir Ustínov, que leyera en alto
las acusaciones contra Jodorkovski, todas ellas, creyendo que la enunciación
de los «crímenes» de Jodorkovski despejaría toda duda y refutaría la peligrosa
línea de cuestionamiento de Kasiánov antes de que alguien más la adoptara.
Ustínov leyó la formulación de cargos monótonamente, página tras página,