Page 299 - El nuevo zar
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comenzado la batalla al disparar hacia dentro de la escuela, pero nadie afuera
parecía haber estado preparado para lanzar un asalto al edificio cuando
comenzó el ataque. Muchos no llevaban chalecos antibalas. Ni tampoco
habían establecido un perímetro de seguridad alrededor del edificio. No había
ambulancias ni camiones de bomberos cerca. A la lucha se sumaron los
hombres locales con sus rifles de caza, que dispararon al voleo y corrieron en
medio del fuego cruzado para poner a salvo a los niños.[42]
El horrible pandemonio se desplegó en directo en la televisión
internacional, aunque no en las cadenas rusas, que interrumpían su
programación habitual solo para dar breves actualizaciones que seguían
minimizando la carnicería, que iba empeorando. Ni Putin ni ningún otro alto
funcionario salió a hablar de la crisis. El primer ministro Fradkov siguió
adelante con una reunión de Gobierno convocada para analizar los planes de
privatización de la nación, incluso mientras las ráfagas y explosiones
destrozaban la escuela. El punto álgido de la batalla llegó esa noche a las
11:15 h, cuando un tanque ruso disparó un proyectil contra la escuela y mató
a tres insurgentes que resistían en el sótano. Las cadenas de la televisión
estatal habían declarado que la situación estaba bajo control horas antes.
Cuando todo concluyó, trescientos treinta y cuatro rehenes habían muerto:
ciento ochenta y seis de ellos eran niños. Diez comandos rusos habían muerto
intentando liberar a quienes estaban dentro. Treinta terroristas murieron,
incluidas dos mujeres, Mariam Taburova y Rosa Nagaieva, cuyas compañeras
de piso habían disparado la ola de terror al destrozar los dos aviones de
pasajeros. Un terrorista fue capturado y luego llevado a juicio ante un
tribunal, pero se creía que otros habían escapado en medio del caos. Puesto
que la cantidad de víctimas era casi igual al número de rehenes que se había
repetido durante más de dos días en la televisión estatal, la mentira ya no
podía ocultarse. La desconfianza pública respecto de las declaraciones
oficiales fue tal que muchos creyeron que el Gobierno continuaba mintiendo
acerca del número de muertos, la suerte de los terroristas y la causa de las dos
explosiones que habían llevado la toma a su terrible final.
Putin salió del Kremlin temprano en la mañana del 4 de septiembre y voló a
Beslán. Llegó antes de la madrugada y visitó a los heridos en un hospital,