Page 302 - El nuevo zar
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fortalecer al Estado. «Demostramos debilidad —dijo—, y los débiles son
derrotados.»
Las reformas que Putin prometió en su discurso nacional tras la tragedia de
Beslán no tardaron en llegar. No reformó los servicios de inteligencia que
habían fracasado en anticipar el ataque contra la escuela. No despidió a los
comandantes militares o de la policía que habían echado a perder el intento de
negociación y el rescate final. En lugar de eso, Putin anunció que ajustaría el
control político del Kremlin desmantelando un poco más los vestigios de
gobierno democrático.
El 13 de septiembre, diez días después del aterrador fin de la toma, Putin
abolió las elecciones de gobernadores, alcaldes y presidentes de las muchas
regiones y repúblicas de Rusia, que, desde el colapso de la Unión Soviética,
habían mantenido sus propios distritos electorales y las bases de poder fuera
del control directo de Moscú. Ahora los nombraría él y presentaría sus
candidatos a los Parlamentos regionales para su ratificación. Si rechazaban a
sus candidatos, entonces podría disolver sus Parlamentos. También abolió las
elecciones representativas de distrito para el Parlamento, que implicaban la
mitad de los cuatrocientos cincuenta escaños de la Duma. Con los partidos
políticos cada vez más circunscritos, estas elecciones proporcionaban los
únicos miembros independientes y liberales que habían quedado en el poder
tras las elecciones de 2003.
La propuesta conmocionó a los que sentían que, pese a los instintos
autoritarios de Putin, el país, de todos modos, progresaba lenta,
interrumpidamente quizás, hacia la democracia. Izvestia la llamó la
«Revolución de Septiembre», mientras que los críticos de Putin denunciaban
que las maniobras eran inconstitucionales, aunque se resignaban a la futilidad
de cualquier amparo judicial. La crítica más fuerte llegó de parte de Boris
Yeltsin. En una entrevista con Moskovskiye Novosti, recordó su promesa de
mantenerse fuera de los debates políticos de la nación durante su retiro, pero
dijo que Beslán había sido una divisoria de aguas que había hecho de Rusia
un «país diferente». «No nos permitiremos renunciar a la letra ni más
importante, al espíritu de la Constitución que el país adoptó en un referéndum
nacional en 1993, aunque sea porque el sofoco de las libertades y la