Page 301 - El nuevo zar
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Vivimos en condiciones de conflictos internos y conflictos étnicos agravados
               que antes eran oprimidos duramente por la ideología gobernante. Dejamos de
               prestar debida atención a asuntos de defensa y seguridad. Permitimos que la
               corrupción  afectara  los  sistemas  judiciales  y  de  cumplimiento  de  la  ley.

               Asimismo,  nuestro  país,  que  una  vez  tuvo  los  sistemas  más  poderosos  de
               protección  de  fronteras,  de  pronto  se  encontró  sin  protección  ni  desde

               Occidente ni desde Oriente.»

                    Las declaraciones de Putin sonaban casi como una acusación respecto de
               sus primeros años en el cargo, un reconocimiento de que él no había logrado
               cumplir  las  promesas  que  había  hecho  una  y  otra  vez.  La  referencia  a  las

               fronteras «sin protección» de Rusia revelaba un entendimiento miope de la
               amenaza  que  aún  emanaba  de  Chechenia.  Durante  mucho  tiempo  había
               tratado de vincular la guerra con el surgimiento mundial de Al Qaeda pero, a

               pesar de la ideología compartida de un islam extremista, el terrorismo al que
               se enfrentaba Rusia era en su mayor parte producido en casa. Sus raíces se

               remontaban a la conquista zarista del Cáucaso en el siglo XIX. Sin embargo,
               Putin creía que aquellos que habían atacado la escuela habían tenido ayuda de
               naciones decididas a castigar a Rusia, a mantenerla débil y dócil. Su tono era

               apocalíptico  y  desafiante;  dijo  que  el  país  debía  unirse  si  quería  seguir
               existiendo. «Algunos quieren arrancarnos un jugoso trozo de pastel —dijo—.
               Otros ayudan a lograrlo. Ayudan porque piensan que Rusia, como una de las

               potencias nucleares más grandes del mundo, es todavía una amenaza que debe
               ser  eliminada.  Y  el  terrorismo  es  solo  un  instrumento  para  lograr  esos
               objetivos.»


                    Putin hablaba como si hubiera experimentado una epifanía; sin embargo,
               la  guerra  contra  el  terrorismo  era  el  único  ámbito  donde  había  encontrado
               algo en común con los líderes mundiales. A pesar de la reprimenda ocasional

               por  la  brutalidad  de  las  tácticas  rusas  en  Chechenia,  ningún  líder  expresó
               jamás empatía por la táctica terrorista de Basáiev y sus seguidores. El único
               Gobierno  que  siempre  reconoció  la  declaración  de  independencia  de

               Chechenia tras la Primera Guerra Mundial fue el talibán en Afganistán, que
               Estados  Unidos,  con  la  bendición  y  asistencia  de  Rusia,  había  ayudado  a
               derrocar  después  de  los  ataques  del  11  de  septiembre  de  2001.  Pero  ahora

               Putin culpaba a enemigos  invisibles  por  incitar  uno  de  los  actos  terroristas
               más aberrantes de la historia. El país se había vuelto laxo y perezoso frente a
               esta amenaza extranjera, dijo, y juró tomar todas las medidas posibles para
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