Page 296 - El nuevo zar
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teléfono de la escuela y le dijo a Nikolái Jalip, de The New York Times, que
los combatientes eran una unidad bajo el comando de Shamil Basáiev, el
terrorista más buscado de Rusia. «Límpiate los mocos», le dijo a Jalip.[31] Al
cabo de un rato, una mujer aterrorizada salió de la escuela con una nota que
exigía negociaciones con los líderes de Osetia del Norte y la vecina Ingusetia,
y con el médico que había mediado durante la toma de Nord-Ost, Leonid
Roshal. La nota también advertía que los captores dispararían a cincuenta
rehenes si cualquiera de sus combatientes era asesinado. Por la tarde,
escoltaron a los hombres a un aula en el segundo piso y comenzaron a
ejecutarlos uno por uno de todos modos, y después arrojaron los cuerpos por
la ventana.
La mañana en que comenzó la toma, Putin despertó y pudo nadar
temprano en el mar, pero la crisis que se estaba desarrollando no le permitía
quedarse en Sochi. Voló de regreso a Moscú, donde un alto asistente que lo
recibió lo describió luego como «terriblemente molesto», quejándose por el
total fallo en la seguridad que había permitido a un grupo de combatientes
fuertemente armados tomar toda una escuela.[32]
Putin permaneció en el Kremlin durante los días siguientes; se retiraba
periódicamente a la capilla de la oficina a rezar, como se supo, pero también
se quejaba de que no tenía tiempo para su rutina diaria de ejercicios.[33]
Apareció en público solo brevemente el 2 de septiembre, durante una
presentación con el rey Abdalá, de Jordania, en la que prometió proteger las
vidas de los rehenes sobre todas las cosas. Mientras tanto, daba la orden al
FSB de despachar diez grupos de «propósitos especiales» a Beslán, cada uno
compuesto por oficiales de élite entrenados para crisis extraordinarias.[34]
Putin buscaba transmitir un sentido de templada autoridad, pero el acto reflejo
de los funcionarios rusos al mentir sobre la tragedia agravaba la sensación de
pánico y caos. Las autoridades en Beslán y en Moscú informaron de que
había solo trescientos cincuenta y cuatro rehenes, aun cuando todos en la
ciudad sabían que había más. Algunos de los que estaban fuera de la escuela
recurrieron con enfado a sostener carteles frente a las cámaras de televisión
que decían que había unos ochocientos rehenes e imploraban a Putin
intervenir pacíficamente, a sabiendas de que ese no sería su instinto reflejo.
[35] Los terroristas dentro estaban furiosos al ver que la televisión estatal
repetía como un loro la mentira acerca del número de rehenes y amenazaron
con disparar a los rehenes hasta que quedaran solo trescientos cincuenta y