Page 291 - El nuevo zar
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La reelección de Putin siguió el guion que el equipo político de Surkov había
               escrito a ese efecto. Ganó más del 71 % de los votos. El candidato comunista,
               Nikolái Jaritónov, poco conocido, llegó en un distante segundo lugar con el
               13  %.  Había  amplia  evidencia  de  números  inflados  con  voto  múltiple  y

               cómputo  sospechoso,  pero  el  Kremlin  bloqueó  la  investigación  sobre  las
               acusaciones. En varias regiones, el número de votantes y el total de votos a

               favor de Putin eran inverosímiles. En la Chechenia arrasada por la guerra, el
               92 % votó por Putin. «Supongo que solo Masjádov y Basáiev no fueron a
               votar»,  bromeó  Jaritónov,  quejándose  amargamente  por  las  irregularidades
               electorales, incluidos casos en que votos suyos le fueron computados a Putin.

               [24]  En  todo  el  Cáucaso  Norte,  las  regiones  conquistadas  por  la  Rusia
               imperial durante los siglos XVIII y XIX, resultados similares fueron entregados

               a Moscú como tributos a un zar. En Daguestán, votó por Putin el 94 %; en
               Kabardino-Balkaria, el 96 %; en Ingusetia, el 98 %. En algunos distritos de
               todo el país, la concurrencia y los votos para Putin superaron el 99,9 %, y, sin

               embargo,  nadie  en  el  Kremlin  —o  más  allá—  parecía  particularmente
               abochornado por ello.

                    La única tragedia de la noche no tuvo nada que ver con las elecciones.

               Apenas unos minutos más tarde de que cerraran los comicios en Moscú, se
               inició un incendio en el Manezh, un edificio emblemático neoclásico al otro
               lado  de  los  Jardines  de  Alejandro  desde  el  Kremlin.  El  fuego  se  propagó

               rápidamente  por  las  vigas  de  madera  del  techo  y  pronto  consumió  todo  el
               edificio.  En  las  primeras  imágenes  que  se  transmitieron  en  la  televisión,
               parecía que el Kremlin mismo estaba en llamas, «nada que las autoridades

               quisieran  que  los  rusos  vieran  en  el  día  triunfal  de  Vladímir  Putin»,  como
               escribió un periódico.[25] Putin lo contemplaba desde el techo del Senado, el
               edificio  de  la  oficina  presidencial  dentro  del  Kremlin.  Debió  posponer  su

               discurso  de  victoria,  y  ni  siquiera  entonces  los  canales  estatales  pudieron
               evitar mostrar el fuego de fondo durante sus informativos en directo desde el
               centro  de  la  ciudad.  Cuando  el  techo  del  edificio  colapsó  en  una  enorme

               explosión y lanzó brazas al cielo como un espectáculo no deseado de fuegos
               artificiales, la multitud en la calle inexplicablemente estalló en aclamaciones.

               Dos bomberos murieron cuando se les cayeron encima vigas llameantes. Los
               funcionarios lo adjudicaron a un fallo del cableado eléctrico o quizás a una
               chispa  de  un  soldador,  pero,  como  nadie  había  trabajado  allí  la  noche  del
               domingo, la sospecha de un incendio provocado perduró y nunca se disipó por
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