Page 289 - El nuevo zar
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por  sentado  que  el  reemplazo  de  Kasiánov  sería  el  elegido  de  Putin  como
               heredero político, tal como Putin finalmente había sido el heredero de Yeltsin,
               pero  malinterpretaron  las  intenciones  de  Putin:  no  deseaba  nombrar  un
               sucesor  natural  que  pudiera  emerger  como  una  figura  política  por  derecho

               propio.  Hacerlo  crearía  la  idea  de  una  Rusia  sin  Putin,  y  era  demasiado
               temprano para contemplar tal cosa.

                    Putin  esperó  una  semana  para  dejar  que  el  misterio  y  el  suspense  se

               intensificaran.  La  especulación  se  enfocó  en  los  bandos  en  el  Kremlin  de
               Putin:  los  liberales  y  los  siloviki,  liderados  respectivamente  por  Alekséi
               Kudrin y Serguéi Ivanov, que tenían sus propias aspiraciones para utilizar el

               éxito  de  Putin  para  llegar  al  poder.  En  cambio,  anunció  un  nominado  que
               nadie  previó,  ni  siquiera  los  de  las  facciones  rivales.  «La  élite  política  se
               inquietó —escribió la periodista Ana Politkóvskaia—. El juego de adivinar a

               quién iba a designar Putin llenaba los canales de televisión. Los comentaristas
               políticos tenían algo para debatir y la prensa finalmente obtuvo algo sobre qué

               escribir en relación con la campaña electoral.»[20]

                    Menos de dos semanas antes del día de las elecciones, en reuniones con
               líderes parlamentarios para crear la apariencia de una consulta, como requería
               nominalmente la Constitución, Putin proclamó que el nuevo primer ministro

               sería Mijaíl Fradkov. «Hubo un silencio —dijo uno de los participantes de la
               reunión al periódico Vedomosti— porque algunos de nosotros no podíamos
               recordar quién era Fradkov.»[21] Fradkov, un burócrata de incipiente calvicie

               y mofletes caídos, tenía una carrera larga y desconocida que había comenzado
               en  el  Ministerio  de  Asuntos  Económicos  Exteriores  soviético;  no  tenía

               patrocinador ni distrito electoral político ni propuestas políticas apreciables.
               Parecía una opción tan insulsa para primer ministro como había sido Putin en
               1999. Hasta Fradkov quedó estupefacto. Putin lo había llamado por primera
               vez durante el fin de semana, y todavía estaba en Bruselas, donde prestaba

               servicios como enviado de Rusia a la Unión Europea, en el momento en que
               Putin  hizo  el  anuncio.  Cuando  regresó  a  Moscú  al  día  siguiente,  Fradkov

               admitió que tenía pocas cualificaciones o visión para el puesto. Ni falta hacía.

                    Si  Putin  realmente  quería  que  la  designación  esclareciera  el  curso  del
               siguiente Gobierno, esta no era indicador de nada excepto de un gabinete de
               ministros que, bajo el mando de Fradkov, sería tan dócil como eran ahora la

               Duma  y  el  Consejo  de  la  Federación.  Fradkov  no  tenía  una  ambición
               personal, sino que más bien pertenecía al cuadro de antiguos funcionarios de
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