Page 293 - El nuevo zar
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Vladímir Putin.»[26]

                    Sin  embargo,  la  protesta  más  sorprendente  provino  de  un  rincón
               inesperado:  la  estrecha  celda  de  prisión  de  Mijaíl  Jodorkovski.  Este
               permanecía  encarcelado  desde  hacía  ya  cinco  meses,  tiempo  en  el  que  se

               había reunido con sus abogados y había leído los cientos de páginas de los
               documentos  que  los  fiscales  habían  reunido  para  su  juicio  próximo.  Solo
               había  realizado  breves  declaraciones  en  sus  intermitentes  audiencias

               judiciales, pero pasaba las horas en su celda contemplando la evolución de la
               política  y  los  negocios  en  Rusia.  Había  invertido  su  fortuna  personal  en
               financiar  a  políticos  que  ahora  habían  sido  derrotados  en  elecciones

               parlamentarias  y  presidenciales  por  el  hombre  al  que  él  había  intentado
               desafiar  —audazmente,  como  entendía  ahora—.  Sobre  la  base  de  notas
               reunidas  por  sus  abogados,  publicó  un  extenso  tratado  en  el  periódico

               Vedomosti tras la reelección  de  Putin.  Parte  era  una  propuesta  y  parte,  una
               confesión;  un  análisis  mordaz  de  los  pecados  de  los  liberales  de  Rusia,

               incluyéndose  a  sí  mismo.[27]  Los  grandes  negocios  habían  perseguido  los
               beneficios más que el bien social; esto había pervertido la política al avanzar
               furtivamente  hacia  el  poder  político  y  mentir  al  pueblo  al  respecto;  los
               campeones liberales de la democracia se habían enfocado en el 10 % de la

               población y habían descuidado a los que sufrían.

                    «Hoy  estamos  presenciando  la  casi  rendición  de  los  liberales.  Y,  por
               cierto,  esa  rendición  no  es  solo  culpa  de  los  liberales,  sino  también  su

               problema. Es su temor frente a una historia de mil años, entremezclado con un
               marcado  gusto  por  las  comodidades  domésticas  que  desarrollaron  en  la

               década  de  1990.  Es  su  servilismo  enraizado  en  el  estrato  genético,  su
               disposición  para  hacer  caso  omiso  de  la  Constitución  por  otra  ración  de
               esturión.»

                    Aceptó a modo de desagravio su propio rol como patrocinador financiero

               de la reelección de Yeltsin en 1996 y el «efecto monstruoso que se logró al
               hacer que el pueblo ruso “eligiera con su corazón”».

                    La  carta  de  Jodorkovski  sonaba  como  un  acto  de  contrición  desde  la

               cárcel, un ruego de indulgencia o clemencia. Era también un agudo análisis de
               la política y la sociedad de Rusia. Putin, escribió, «probablemente no es ni
               liberal ni demócrata, pero, aun así, es más liberal y demócrata que el 70 % de

               la población de este país». El hombre que lo había encarcelado era el hombre
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