Page 308 - El nuevo zar
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y económicos con Rusia (y con Putin). Era la raíz histórica de Rusia misma:
               el Rus de Kiev, el feudo medieval cuyo líder, Vladimiro el Grande, adoptó el
               cristianismo en 988, y la frontera de los imperios zaristas que siguieron —su
               nombre,  traducido  literalmente,  es  «la  Ucrania»,  «la  frontera»—.  Sus

               fronteras  se  habían  modificado  con  el  tiempo:  partes  de  su  territorio
               occidental  habían  pertenecido  a  Polonia  o  el  Imperio  austrohúngaro;  Stalin

               tomó parte de ella con su pacto secreto con Hitler en 1939 y, el resto, tras el
               fin de la Gran Guerra Patriótica. La constitución moderna de Ucrania tomaba
               forma, pero parecía efímera, sujeta a fuerzas geopolíticas más grandes, como
               la  mayoría  de  las  zonas  fronterizas  durante  la  historia.  En  1954,  Nikita

               Jrushchov  decretó  que  Crimea,  conquistada  por  Catalina  la  Grande  en  el
               siglo XVIII y defendida heroicamente contra los nazis, sería gobernada por la

               República Socialista Soviética de Ucrania desde Kiev, no desde Moscú. Nadie
               entonces —y, ciertamente, tampoco Putin cuando pasó su luna de miel allí
               cerca  de  dos  décadas  después—  imaginó  jamás  que  Ucrania,  y  con  ella

               Crimea,  sería  un  día  parte  de  otra  nación  independiente.  Incluso  ahora,  en
               2004, parecía un accidente histórico que Putin, como la mayoría de los rusos,
               toleraría  solo  en  tanto  la  nueva  Ucrania  permaneciera  firmemente  anidada

               dentro del abrazo geopolítico de Rusia.






               En julio de 2004, tres meses antes de las elecciones presidenciales de Ucrania,
               Putin  voló  a  Crimea  para  reunirse  con  Kuchma  y  Víktor  Yanukóvich,  que
               había  sido  primer  ministro  de  Kuchma  desde  2002,  cuando  reemplazó  al
               hombre  que  se  postulaba  ahora  como  principal  candidato  de  la  oposición,

               Víktor Yúshchenko. A pesar de las reservas de Putin, que no lo consideraba el
               mejor candidato,[5] Kuchma había designado a Yanukóvich como su heredero

               político.  Su  reunión  con  Putin  ese  julio  tuvo  lugar  en  Yalta,  en  el  mismo
               edificio,  el  Palacio  de  Livadia,  donde  los  vencedores  de  la  Gran  Guerra
               Patriótica se habían dividido los restos de una Europa próxima a ser liberada.

               Putin también tenía «esferas de influencia» en mente ese verano y, en lo que a
               él concernía, definitivamente Ucrania era parte de Rusia.

                    Putin presionó a Kuchma para que pusiera fin al coqueteo de su Gobierno
               con la Unión Europea y la OTAN. La segunda era particularmente injuriada

               en Rusia en ese momento al deslizarse más y más hacia el este. Apenas meses
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