Page 319 - El nuevo zar
P. 319

segunda  vuelta,  bajo  mayor  escrutinio  internacional,  Yúshchenko  ganó  con
               casi el 52 % de los votos; Yanukóvich quedó atrás con un 44 %. A pesar de
               que  hubo  una  investigación,  la  pregunta  de  quién  lo  envenenó  nunca  fue
               respondida.  Hasta  Yúshchenko  mostró  una  rara  falta  de  entusiasmo  por  la

               investigación a pesar de la horrible desfiguración que le causó.[19] Diría más
               tarde  que  sospechaba  de  su  anfitrión,  Volodímir  Satsiuk.  Una  vez  que

               Yúshchenko estuvo en funciones, Satsiuk fue indagado por los investigadores
               y  su  dacha  fue  examinada  en  busca  de  trazas  de  dioxina,  pero  nunca  lo
               declararon sospechoso.[20] En junio de 2005, Satsiuk dejó Ucrania por Rusia,
               de donde recibió la nacionalidad. Yúshchenko llegó a creer que Putin estaba

               dando asilo a su asesino en potencia.






               La Revolución Naranja, como se la conoció, fue tratada en Rusia como una
               derrota humillante y, en el Kremlin, como una advertencia ominosa. Putin el
               estratega había sido superado en astucia en una lucha geopolítica, y guardaba

               la  experiencia  con  rencor.  El  Kremlin  respondió  intensificando  la  presión
               sobre las ONG de Rusia, redoblando su caza de espías extranjeros y creando
               su propio movimiento de jóvenes para contener cualquier manifestación de

               disenso juvenil. Se lo llamó «Nashi», y su ideología y prácticas tenían más
               que una leve semejanza con el Komsomol de la Unión Soviética o, incluso,
               para los críticos, con las Juventudes Hitlerianas. Putin actuaba cada vez más a

               la defensiva y con más recelo de las amonestaciones internacionales acerca
               del  historial  de  Rusia  en  materia  de  derechos  democráticos  básicos.  Él  lo
               consideraba  hipócrita,  en  especial  viniendo  de  Estados  Unidos,  que  con  el

               presidente Bush estaba llevando adelante una política exterior hiperagresiva
               que había derrocado gobiernos en Afganistán, Irak y, ahora, creía él, Ucrania.
               Su cálida relación inicial con Bush se había enfriado, y estaba por enfriarse

               aún más.

                    Poco  después  de  la  investidura  de  Bush  para  un  segundo  mandato  en
               enero de 2005, los dos se reunieron en Bratislava, la capital de Eslovaquia.

               Bush  había  dado  un  discurso  esa  mañana  en  la  plaza  Hviezdoslav  de  la
               ciudad, apenas horas antes de que el avión de Putin llegara a la ciudad. Había
               hecho del avance de la democracia —«la agenda de la libertad», lo llamaba él

               —  un  tema  central  de  su  segundo  mandato,  y  ahora  celebraba  los
   314   315   316   317   318   319   320   321   322   323   324