Page 327 - El nuevo zar
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presuntamente debía al Estado por haber evadido impuestos. Yukos ya había
               comenzado a pagar la deuda con la esperanza de salvarse, pero las autoridades
               fiscales anunciaron nuevas auditorías y nuevas multas por evadir impuestos
               en los años subsiguientes, y rechazaron los esfuerzos de los gerentes de Yukos

               por negociar algún plan de pago. La deuda pronto se infló a 24.000 millones
               de dólares, más de lo que valía ahora la compañía. Putin no tenía interés en

               recuperar  los  impuestos  retroactivos  para  las  rebosantes  arcas  del  país:[4]
               quería el activo en sí. El 18 de noviembre, el fondo de propiedades de Rusia
               anunció  el  precio  inicial  para  la  subasta  de  Yuganskneftegaz  en  8.650
               millones de dólares, considerablemente menor que la tasación de entre 18.000

               millones y 21.000 millones dólares realizada por una firma alemana, Dresdner
               Bank,  a  petición  del  Gobierno.  Y  estableció  la  subasta  para  la  fecha  más

               próxima posible conforme a la ley, el 19 de diciembre, y siguió adelante aun
               cuando  la  fecha  caía  en  domingo.  La  única  pregunta  era  quién  sería  el
               comprador.






               A medida que se acercaba la subasta pública, Putin se encontró mediando en
               una lucha avara entre el círculo de leales que él había elevado a nivel de altos

               funcionarios  del  Estado  y  la  industria.  Ya  no  afrontaba  desafíos  políticos
               significativos fuera del Kremlin, pero dentro las facciones más cercanas a él
               maniobraban como los boyardos bajo los zares. Como en cualquier corte, los

               cortesanos con frecuencia tenían diferencias, pero en este caso el conflicto no
               era por ideología o visión entre los «liberales» y los siloviki. Era por dinero y
               poder. Los cortesanos rodeaban a la malherida Yukos como lobos, previendo

               los beneficios que vendrían con el activo más grande de la compañía. Entre
               ellos, se contaban consejeros de la máxima confianza de Putin, como Dmitri
               Medvédev,  y  un  «politburó»  de  línea  dura  —Ígor  Sechin,  Víktor  Ivanov  y

               Nikolái Pátrushev— que abogaban por el fortalecimiento del control estatal
               sobre los recursos naturales.[5]

                    Medvédev había prestado servicios como director de Gazprom desde 2000

               y trabajaba para ejercer más control gubernamental sobre una compañía que
               era técnicamente privada, aunque el Estado poseía el 38 % de sus acciones.
               Putin deseaba el control total de este gigante de la energía, que poseía casi un

               quinto  de  las  reservas  de  gas  natural  del  mundo  y  miles  de  kilómetros  de
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