Page 329 - El nuevo zar
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con una persona, un lugar y un tiempo», no con el futuro económico del país.
               [7]

                    Putin anunció que la fusión se completaría para finales de año, y quedó
               claro que deseaba que la nueva compañía se presentara para la oferta pública

               de Yuganskneftegaz. Cuando a finales de 2004 se anunciaron la subasta y el
               precio inicial, acudió el canciller de Alemania, Gerhard Schröder, para ayudar
               a colocar los nada menos que 10.000 millones de dólares de financiamiento

               que se requerirían para la compra.[8] El banco que lideraba el consorcio era el
               Dresdner, cuyo director ejecutivo en Rusia era Matthias Warnig, el antiguo
               agente de la Stasi que se había hecho amigo de Putin a principios de los años

               noventa  y  siguió  siendo  un  enlace  para  muchos  de  los  acuerdos  entre
               compañías rusas y alemanas.

                    Gazprom, donde otro asistente de Putin, Alekséi Miller, tenía el cargo de

               director  ejecutivo,  no  parecía  tan  entusiasta.  La  compañía  se  mantenía
               escéptica  acerca  de  absorber  Yuganskneftegaz  además  de  fusionarse  con
               Rosneft,  pues  ya  estaba  afrontando  deudas  y  gastos  inminentes  para  su

               modernización.[9] Por otro lado, Ígor Sechin tenía sus propias ideas acerca de
               cómo crear el gigante energético al que Putin privilegiaba. En julio, Putin lo
               había nombrado director de Rosneft, entonces la quinta compañía más grande

               de petróleo del país, y ahora Sechin tenía grandes visiones para hacer de ella,
               no de Gazprom, la compañía de energía líder del país. Eso significaba evitar
               que se la absorbiera Gazprom y adquirir los activos incautados de Yukos solo

               para Rosneft. Tan pronto como se anunció la fusión en septiembre, Sechin y
               el director ejecutivo de Rosneft, Serguéi Bogdánchikov, trabajaron detrás de

               escena para quedársela, y eso fue exactamente lo que lograron, aunque no en
               la forma que esperaban todos.[10]

                    Mientras tanto, los accionistas y gerentes de Yukos, muchos de los cuales
               ahora estaban a salvo en el extranjero, no habían abandonado aún su lucha

               para impedir la subasta y, de alguna forma, conservar la compañía. Sabiendo
               que tenían pocas esperanzas en los tribunales rusos, sus abogados declararon
               su  bancarrota  en  la  lejana  Texas  seis  días  antes  de  la  subasta  de

               Yuganskneftegaz.  Fue  un  acto  desesperado,  con  fundamentos  legales
               cuestionables para una compañía rusa con escasa conexión con Texas, pero al
               día  siguiente  una  jueza  dictó  un  recurso  de  amparo  temporal  destinado  a

               suspender la subasta hasta que considerara los fundamentos de la declaración
               de  bancarrota.  La  orden  judicial  no  pudo  evitar  que  el  Gobierno  ruso
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