Page 355 - El nuevo zar
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dando para sostener a su familia. En busca de un ingreso estable, Litvinenko
entonces ofreció sus servicios como detective privado e investigador a firmas
que asesoraban a empresas sobre gestión de riesgo en Rusia. Su conocimiento
del trabajo interno del FSB, su obsesiva recopilación de material y su
disposición a compartirlo lo llevó a un laberinto de investigaciones en el
corazón de la Rusia de Putin. En abril de 2006, viajó a Israel para reunirse con
uno de los antiguos socios de Jodorkovski en Yukos, Leonid Nevzlin, quien
luego dijo que Litvinenko había transmitido información que «arrojó luz
sobre los aspectos más significativos del caso Yukos»,[7] aunque nunca fue
claro en qué consistía esa información precisamente. Un mes después estaba
en España, donde se reunió con funcionarios de seguridad y un fiscal de
campaña, José Grinda González, con quien discutió las actividades y
ubicación de varias figuras de la mafia rusa. Presentó una tesis, que Grinda
luego respaldó, en que sostenía que el Gobierno ruso, a través del FSB y las
ramas de inteligencia exterior y militar, controlaba bandas de crimen
organizado y las utilizaba para contrabandear armas, lavar dinero y llevar a
cabo asesinatos y, dicho de otro modo, hacer todo lo que el Gobierno «no
puede hacer siendo Gobierno». Grinda estaba tras las huellas de criminales
rusos en España, incluido un famoso capo de la mafia de nombre Guenadi
Petrov, que estaba en el negocio desde el tiempo de Putin en San Petersburgo
y que en una época había sido accionista en la entidad que unía al círculo
íntimo de amigos de Putin, Bank Rosiya.[8] Litvinenko mantuvo en secreto
estas visitas y viajaba con el pasaporte británico que había recibido cuando le
concedieron asilo, pero luego se arrojó conscientemente al candelero público
detrás de lo que fue, hasta su propia muerte, uno de los asesinatos más
impactantes de un crítico de Putin.
Durante la noche del 7 de octubre de 2006, el cumpleaños número cincuenta y
cuatro de Putin, un asesino siguió a Ana Politkóvskaia al vestíbulo de su
edificio de pisos y le disparó cuatro veces mientras ella esperaba el ascensor.
El asesino dejó la pistola junto a ella, la firma de un golpe por encargo. Su
asesinato tenía la intención de conmocionar, y lo logró. Politkóvskaia nunca
había cedido a dejar de cubrir la guerra en Chechenia, incluso cuando la
mayoría de los rusos rechazaba lo que se había convertido en una agobiante
operación contrainsurgente, librada en su mayor parte ahora por fuerzas leales