Page 353 - El nuevo zar
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momento para decir una o dos cosas a la persona responsable de mi
enfermedad. Quizás tengas éxito silenciando a los hombres, pero ese silencio
tiene un precio. Has demostrado ser tan bárbaro y despiadado como
proclamaban tus críticos más hostiles. Has demostrado no tener respeto por la
vida ni por la libertad ni por ningún valor civilizado. Has demostrado ser
indigno de tu cargo, ser indigno de la confianza de hombres y mujeres
civilizados. Quizás tengas éxito silenciando a un hombre, pero un aullido de
protesta recorrerá el mundo, señor Putin, y reverberará en tus oídos durante el
resto de tu vida.»[2]
Litvinenko no se había instalado en un exilio tranquilo tras escapar
furtivamente de Rusia en 2000, perseguido por la agencia a la que traicionó
cuando salió públicamente a presentar sus acusaciones en una conferencia de
prensa surrealista en 1998, antes del amanecer de la era de Putin. Nunca se
había integrado completamente a la vida inglesa, y había permanecido en el
mundo insular de «Londresgrado», poblado de exiliados, expatriados y
magnates itinerantes. No se relacionó socialmente con los rusos adinerados
que entonces inundaban Londres con su riqueza —sus medios eran demasiado
modestos—, sino con los círculos sombríos, conspirativos de los críticos más
feroces de Putin. El principal entre ellos era Boris Berezovski, que continuaba
ideando complots para desacreditar al hombre al que culpaba por su derrumbe
en riqueza y favor político. Con la financiación y la inspiración de
Berezovski, Litvinenko escribió un libro con Yuri Felshtinski, un historiador
expatriado con base en Estados Unidos, que argumentaba que el FSB de Putin
había estado detrás de las explosiones de 1999 que propulsaron a Putin al
poder. Lo llamaron «El FSB hace estallar a Rusia» y era tendencioso desde
sus primeras líneas: «Nadie sino un loco total podía haber querido arrastrar a
Rusia a una guerra, mucho menos una guerra en el Cáucaso Norte. Como si
Afganistán no hubiera sucedido jamás».[3] Luego llegó una versión fílmica,
proyectada con discreción en Moscú y ampliamente en el exterior, una
campaña que Berezovski financió como parte de su misión vengadora para
hundir a Putin. Litvinenko continuó con un segundo libro, Lubyanka Criminal
Group [El grupo criminal de Lubianka], que retrataba al organismo sucesor
del KGB como poco más que una organización mafiosa o terrorista,
involucrada en corrupción y crimen. Litvinenko estaba borrando las huellas