Page 350 - El nuevo zar
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destinados a apuntalar o expandir Rosneft: conforme a la propuesta que se
estaba ratificando ese día, 1.500 millones de dólares de la venta estaban
reservados para bonos inespecíficos para la gerencia de Rosneft,
presumiblemente para los ejecutivos de la compañía y los miembros del
directorio, incluido Ígor Sechin. Esto pareció sorprender a Putin. Se puso
pálido y arrastró la silla hacia la mesa otra vez.
«Ígor Ivánovich —dijo Putin, girándose hacia Sechin—, ¿qué es esto?»
Sechin se sentó con la espalda tiesa, como un recluta frente a un oficial
enfadado, tartamudeando el nombre de Putin, según Ilariónov. No explicó o
no pudo explicar los bonos, y Putin simplemente le dio las gracias a Ilariónov
por su aporte al debate. Ilariónov, que creía que Putin no había sabido lo de
los bonos, dimitió al día siguiente, criticando públicamente la dirección en
que Putin estaba llevando el país. «El Estado se ha convertido, esencialmente,
en una empresa corporativa a la que sus propietarios nominales, los
ciudadanos rusos, ya no controlan», escribió en una feroz columna editorial
en Komersant.[47] La objeción de Ilariónov sirvió para retrasar la OPI,*
mientras Sechin y Putin discutían los términos y el momento oportuno, pero
no por mucho tiempo.
Cuando la propuesta fue anunciada a principios de 2006, Rosneft dijo que
esperaba recaudar 20.000 millones de dólares, aunque más tarde redujo su
objetivo a 10.000 millones de dólares. El Gobierno anunció a bombo y
platillo que pondría las acciones individuales a la venta minorista a través del
banco estatal, Sberbank, y otros, en su intento por presentar esta privatización
como un beneficio para los rusos corrientes, que también tendrían la
oportunidad de participar en el auge energético del país. El foco principal, sin
embargo, estaba en captar compañías energéticas internacionales, incluidas
BP, Petronas y el gigante chino CNPC, atraídas por la perspectiva de
asegurarse una posición en el mercado energético de Rusia, aunque fuera
como accionistas minoritarios. Cuando los resultados de la oferta parecieron
bajos, otros oligarcas rusos, como Román Abramóvich, intervinieron
realizando grandes compras, presumiblemente a petición del Kremlin, para
que Rosneft pudiera alcanzar su objetivo.[48]
La oferta fue tan controvertida como el caso Yukos y un riesgo personal
para Putin, dado que equivalía a una prueba del tipo de capitalismo que estaba
administrando. Emitir acciones en Londres requería una divulgación completa