Page 351 - El nuevo zar
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de los riesgos para los inversores. De hecho, la de Rosneft reconocía el delito
y la corrupción en Rusia y la probabilidad de que demandas legales
vinculadas con Yukos acosaran a la compañía hasta un futuro lejano. También
dejaba claro que el Kremlin, S. A., seguía siendo el árbitro final de la suerte
de la compañía. «El Gobierno ruso, cuyos intereses pueden no coincidir con
los de los accionistas, controla Rosneft y puede hacer que Rosneft participe en
prácticas comerciales que no maximicen el valor para el accionista»,
reconocía el folleto.[49]
Si se pagaron los bonos que Ilariónov criticó, nunca trascendió al público,
y el interés de los inversores institucionales siguió siendo tibio, pero la oferta
era la quinta más grande en la historia. Recaudó 10.700 millones de dólares y,
por el precio de venta de las acciones, Rosneft fue tasada en cerca de 80.000
millones de dólares. No fue casual que la oferta se produjera en la víspera de
la cumbre del G8, que se realizaba por primera vez en San Petersburgo, con
Putin como anfitrión. El Kremlin preparó una agenda ambiciosa que incluía la
posición de Rusia como garante de la seguridad energética, a pesar del
conflicto con Ucrania y, más adelante, con Georgia y Bielorrusia sobre el gas
natural. El ascenso de Rosneft probó que Rusia se había corregido a sí misma
otra vez y, en las vísperas de la cumbre, Putin rebosaba confianza, incluso
fanfarronería, que durante un tiempo había parecido atemperarse por el
espanto de Beslán, el contagio de los levantamientos populares y el aumento
en las críticas sobre el curso tomado por Rusia.
«El mercado —declaró Sechin en el siguiente informe anual de la
compañía— se ha pronunciado.»[50]