Page 356 - El nuevo zar
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a Ramzán Kadírov, el hijo del líder ungido por Putin, Ajmad Kadírov, que
había sido asesinado en Grozni en 2004. Dos días antes del asesinato de
Politkóvskaia, el joven Kadírov había cumplido treinta años, con lo cual
alcanzaba la mayoría de edad legal para asumir el cargo de presidente de la
república. Putin ya lo había convertido en el primer ministro de la república,
un puesto que era una mera formalidad, dado que Kadírov y sus combatientes
tenían absoluto control en Chechenia.
Al momento de su muerte, Politkóvskaia estaba preparando un artículo
sobre la tortura de un checheno que migró desde Ucrania y sufrió golpes y
descargas eléctricas hasta que confesó haber cometido asesinatos: otro
ejemplo horroroso, aunque no excepcional, de la brutalidad de la guerra en
Rusia. (Su periódico, Nóvaia Gazeta, publicó el artículo seis días después de
su muerte.) Incluso, ella se preguntaba si estos relatos sobre las atrocidades de
la guerra tenían algún impacto en la población, que tácitamente respaldaba las
severas tácticas del Gobierno al no interesarse. Otro artículo encontrado en su
ordenador se titulaba «¿De qué soy culpable, entonces?». Consistía en un
lamento por el estado del periodismo en Rusia. «Nunca busqué mi situación
presente de paria, y eso me hace sentir como un delfín varado en la playa»,
escribió.
En el mismo artículo, criticaba explícitamente el respaldo imperturbable
que prestaba Putin al joven Kadírov. Putin, escribió ella, lo nombró primer
ministro de Chechenia «con alegre despreocupación por el hecho de que el
hombre es un completo idiota, carente de educación, cerebro o talento
discernible para algo que no sea el caos y el atraco violento».[9]
Y, sin embargo, la estrategia de Putin en Chechenia, en última instancia,
resultó despiadadamente eficaz. Aslán Masjádov, el presidente electo de la
república durante el breve período de independencia entre 1996 y 1999, había
sido arrinconado y asesinado en marzo de 2005 en un sótano a solo 20
kilómetros de Grozni. Su reemplazo como líder político de la rebelión, Abdul
Jalim Saiduláiev, fue asesinado un año después, traicionado por un informante
por el precio de una dosis de heroína, se mofó Kadírov. Meses más tarde, en
julio de 2006, una explosión en Ingusetia, república vecina de Chechenia,
mató a Shamil Basáiev, el infame comandante militar y autodeclarado
terrorista que había organizado las tomas de Nord-Ost y Beslán, entre decenas
de otros ataques. El FSB adujo que fue una operación especial, mientras que
los insurgentes dijeron que fue un accidente, pero el impacto era indiscutible.