Page 361 - El nuevo zar
P. 361

ingeniosa. El 97 % de su provisión industrial mundial viene de Avangard, una
               instalación nuclear rusa en la ciudad fuertemente custodiada de Sarov, donde
               la Unión Soviética construyó su primera bomba atómica.






               Como  sucedió  con  el  asesinato  de  Politkóvskaia,  Putin  estaba  viajando
               cuando  la  muerte  de  Litvinenko  explotó  en  un  escándalo  mediático  global.
               Esta vez, Putin estaba en Helsinki por una cumbre con la Unión Europea que

               ya  había  ido  bastante  mal  y,  mientras  se  preparaba  para  la  conferencia  de
               prensa ritual con la que culminan esas reuniones, el portavoz de Putin, Dmitri

               Peskov, dio la noticia acerca de la acusación de Litvinenko en su lecho de
               muerte, a sabiendas de que seguramente le harían preguntas al respecto. Putin
               estaba  furioso,  sin  poder  creer  que  lo  hubiesen  acusado  de  estar

               personalmente involucrado en la muerte de Litvinenko.[14] La oportunidad,
               creían él y sus asistentes, no podía ser una coincidencia; solo podía ser una
               provocación.

                    Cuando  apareció  con  los  primeros  ministros  de  Finlandia,  Islandia  y

               Noruega,  junto  con  dos  altos  funcionarios  de  la  Unión  Europea,  la
               incomodidad  de  Putin  podía  palparse.  Hizo  una  mueca,  se  agitó  y  miró  al

               techo  fijamente.  Sus  asistentes  a  los  lados  insinuaron  a  los  reporteros  que
               tenía un catarro,[15] pero parecía estar conteniendo la furia que Peskov dijo
               que sentía. Ninguno de los líderes que hablaron desde el estrado fingió que las
               reuniones  hubiesen  sido  un  éxito,  aunque  diplomáticamente  expresaron

               esperanza  de  que  continuaran  los  esfuerzos  para  forjar  lazos  sociales  y
               económicos más estrechos. Después de que terminaran de hablar, la primera

               pregunta fue acerca de Litvinenko: ¿podría Putin responder a la acusación que
               lo responsabilizaba?

                    Putin,  normalmente  arrogante  en  esas  apariciones  de  prensa,  respondió

               torpemente. «La muerte de una persona es siempre una tragedia», comenzó, y
               luego ofreció sus condolencias a la familia de Litvinenko. Como había hecho
               con el asesinato de Politkóvskaia, intentó restarle importancia a la víctima y
               echar sombra sobre las circunstancias. Los médicos británicos, dijo, no habían

               indicado  que  esta  fuera  «una  muerte  violenta».  Sugirió  que  las  autoridades
               británicas tenían la responsabilidad de proteger a los ciudadanos de su país.

               Ofreció  asistencia  de  Rusia  si  se  instruía  una  investigación  e  instó  a  los
   356   357   358   359   360   361   362   363   364   365   366