Page 357 - El nuevo zar
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La seguidilla de asesinatos decapitó a la dirigencia de la rebelión contra la que
Putin había luchado desde el momento en que ascendió al poder, lo cual
sumió a sus adeptos aún más en la clandestinidad. El coste en sangre y oro era
extraordinario, con miles de soldados rusos muertos y miles más de
chechenos desplazados o «desaparecidos». La brutalidad, la violencia, la
impunidad —las tácticas políticas y de seguridad represivas que
caracterizaban a toda Rusia, pero que se amplificaban en las montañas sobre
la frontera sur— crearían una inhabilitación y un agravio que se transformaría
en una insurgencia teñida de islamismo que las autoridades no podrían apagar
nunca. Y, sin embargo, las tácticas de Putin —y su apoyo al joven Kadírov—
habían tenido éxito en reprimir el movimiento independentista checheno. Tres
meses después de la muerte de Politkóvskaia, utilizando la autoridad que él
impuso después de Beslán, Putin nombró a Kadírov nuevo presidente de
Chechenia. Era poco más que un sátrapa, pero Putin pagó su lealtad al
Kremlin dándole absoluta soberanía para administrar Chechenia como su
propio feudo, lo cual hizo con crueldad despiadada contra enemigos y
críticos, personas como Politkóvskaia. Ella fue una de las últimas víctimas de
la guerra victoriosa de Putin. En 2008, demasiado tarde para que ella pudiera
blandir su áspero sentido del humor contra el hecho, Kadírov cambió el
nombre de un trecho de la calle principal en la castigada capital de Grozni,
que al fin estaba siendo reconstruida con una inyección enorme de capital
proveniente del presupuesto federal. En el centro de una ciudad que había
sido arrasada por orden de Putin, la avenida Victoria se convirtió en la
avenida Putin.
Dada la importancia de Politkóvskaia, su asesinato atrajo inmensa atención
internacional (y un conspicuo silencio del Kremlin). Por tener pasaporte
estadounidense, pues había nacido en Nueva York de padres diplomáticos
soviéticos en las Naciones Unidas en 1958, el embajador estadounidense,
William Burns, realizó una jugada política oficial para expresar preocupación
y exigir una investigación exhaustiva de la muerte de una ciudadana
estadounidense. El viceministro de Relaciones Exteriores con el que se
reunió, Andréi Denísov, parecía conmocionado por el asesinato, insistió en
que «nadie en una posición de autoridad tuvo algo que ver con el crimen» y
agregó que «muchos individuos podían haberse beneficiado de la muerte de