Page 352 - El nuevo zar
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VENENO
Aleksandr Litvinenko ya estaba muerto cuando públicamente acusó a
Vladímir Putin de haberlo matado. Un isótopo radiactivo había estado
destruyendo su cuerpo lenta pero inexorablemente durante tres semanas. Fue
como si «una bomba nuclear pequeña, diminuta» hubiese detonado dentro de
él.[1] Sus médicos, que inicialmente sospecharon que había comido sushi
contaminado, no identificarían la causa de su misteriosa enfermedad hasta que
fuese demasiado tarde: una dosis del elemento polonio 210. La había ingerido
en el bar revestido en madera del hotel Mayfair Millennium de Londres el 1
de noviembre de 2006, tras reunirse brevemente con un cuadro de rusos
visitantes a los que esperaba seducir para su nuevo emprendimiento
comercial: intercambiar información sobre el poder y los negocios en Rusia,
que habían cobrado renovada importancia ahora que Putin comandaba su
centro. Cuando regresó a casa esa tarde, comenzó a encontrarse mal. Tres días
después estaba en el hospital, donde fue debilitándose en su agonía. Murió la
noche del 23 de noviembre, con solo cuarenta y tres años. A la mañana
siguiente, un amigo y colega, Alex Goldfarb, emergió ante un círculo de
periodistas y cámaras de televisión y leyó una declaración que Litvinenko
había dictado en sus días de agonía.
«Puedo oír claramente el aletear de las alas del ángel de la muerte», decía
la nota, en un inglés improbablemente elegante, que Litvinenko apenas había
aprendido a hablar durante sus años en el exilio.
«Tal vez pueda escaparme de él, pero debo admitir que mis piernas no
corren tan rápido como me gustaría. Por lo tanto, creo que este puede ser el