Page 349 - El nuevo zar
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adelante, declaró, nunca más volverían a hablar de Chechenia, solo de asuntos
económicos.[45] Para el primer mandato de la presidencia de Putin, Ilariónov
se sintió resarcido por el curso económico que estaba tomando el país.
Respaldó las decisiones de Putin de introducir un impuesto fijo del 13 %,
saldar la deuda del país y crear un fondo de reserva para la estabilidad que,
inesperadamente, creció muchísimo. El caso Yukos fue señal de algo
diferente, y él lo dijo. Ahora encontraba que Putin ya no acataba su consejo:
primero lo degradó, luego le fue reduciendo su personal en el Kremlin. En
una entrevista con el periódico de oposición ruso The New Times, Ilariónov
dijo que Putin había dividido a sus allegados en grupos diferenciados. A uno
lo llamaba «grupo económico», el cual incluía a sus consejeros para cualquier
asunto que tuviera que ver con la economía. El otro grupo involucraba a
«empresarios» y de él quedaban excluidos, en general, los consejeros
oficiales. Era con esas personas, dijo, que Putin «establecería el control sobre
propiedades y flujos financieros».[46] Así como Putin declaró que no
volverían a tratar el tema de Chechenia, ya no pareció interesado tampoco en
discutir los planes para Rosneft con Ilariónov.
La reunión para discutir la oferta pública inicial de la compañía —en la
bolsa de Londres y en las dos bolsas de Rusia— era la primera a la que
Ilariónov era invitado sobre el tema en cuestión, pero pronto le resultó
evidente que los planes ya estaban bien avanzados. En la reunión, Ígor Sechin
presentó la propuesta de reunir un capital de 12.000 millones de dólares
vendiendo un 13 % de las acciones de la compañía y, luego, utilizando los
ingresos para saldar deudas e invertir en nuevos proyectos. Uno por uno, los
consejeros de Putin refrendaron la idea. «Está bien», dijo Gref. Medvédev
dijo que había verificado la legalidad del acuerdo. No obstante, cuando le
llegó a Ilariónov el turno de hablar, objetó. Si el Estado iba a vender una
participación en su compañía de petróleo más grande, sostuvo, ¿los ingresos
no deberían regresar al presupuesto del Estado? Putin empujó hacia atrás la
silla, con la cara enrojecida. Ilariónov supo que lo había puesto incómodo al
señalar el riesgo político involucrado. Una cosa era procesar a Jodorkovski y
apropiarse de los activos de Yukos —los rusos habían celebrado eso—, pero
otra completamente distinta era no compartir esos beneficios con los
accionistas finales, el pueblo ruso. Ilariónov ahora entendió que el asunto ya
había sido decidido por todos en la sala. Nadie secundó su argumento.
Miraron fijamente a la mesa. Peor aún, les dijo, no todos los ingresos estaban