Page 344 - El nuevo zar
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ejemplo, mientras que Alekséi Mordashov, el propietario del conglomerado
de metal y minería Severstal, ofreció 15 millones de dólares. Las donaciones
serían utilizadas para comprar equipo médico, pero parte de los recibos serían
canalizados hacia cuentas bancarias en el extranjero que se utilizaban luego
para adquirir otros activos en Rusia, incluidas, presuntamente, acciones en
Bank Rosiya. El arreglo comenzó siendo relativamente modesto y
enteramente secreto, pero para 2005 Shamalov dijo a los propietarios de
Petromed que los ingresos de las donaciones —que se estimaban en cerca de
500 millones de dólares— se canalizarían ahora desde las cuentas en el
extranjero hacia una nueva compañía de inversiones en Rusia, llamada
Rosinvest. Y su inversión principal fue la construcción de una residencia de
lujo en la costa del mar Negro cerca de Sochi, donde los gobernantes
soviéticos habían pasado vacaciones lujosas y donde Putin ya hacía uso
exclusivo de la residencia de retiro presidencial. La residencia sería un lugar
«apto para un zar» con un coste estimado de 1.000 millones de dólares.[38]
Nada de esto se hizo público en ese momento. Era sabido solo por unos pocos
empresarios y funcionarios del Gobierno que eran lo bastante discretos o lo
bastante corruptos para no divulgar lo que estaba sucediendo. Era allí, en el
nexo turbio en que el Estado se encontraba con las empresas, donde una
nueva clase de oligarcas emergía desde la sombría periferia de la economía…
y del pasado de Putin.
Yuri Kovalchuk, el físico con el que Putin había trabajado en algunos de los
primeros experimentos en San Petersburgo con el capitalismo, había seguido
operando Bank Rosiya, una institución fundada en la era soviética. En la
primera parte de la década, era poco más que una entidad provincial pequeña
que manejaba los activos de sus accionistas sin un rol discernible en el auge
económico que siguió al ascenso de Putin al poder. Sin embargo, el banco
unió al círculo de hombres con que Putin hizo amistad en la década de 1990 y
de quienes se mantuvo cerca incluso después de que su fortuna política lo
catapultara mucho más alto de lo que nadie esperaba, ni siquiera sus socios en
la cooperativa de dachas. Al igual que sus fortunas, la cooperativa había
crecido con el ascenso de Putin y se había expandido a expensas de los
vecinos, supuestamente para instalar las medidas de seguridad necesarias. Los
propietarios hicieron frente a amparos judiciales de los vecinos, que se