Page 417 - El nuevo zar
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sucedió. El cierre de la planta de energía convirtió el descontento en revuelta,
y los habitantes de la ciudad salieron a las calles.
El gobernador desestimó las protestas, diciendo que los sindicatos de la
ciudad solo estaban fomentando una crisis. Todas las ciudades cortaban el
suministro de agua caliente durante períodos de mantenimiento, explicó,
como si fuera un inconveniente temporal. «En cuanto a la calefacción, bien,
no creo que sea tan necesaria durante el verano.»[2] El 20 de mayo, varios
cientos de habitantes irrumpieron en una reunión de emergencia en la oficina
del alcalde y exigieron no solo agua caliente, sino también recuperar sus
empleos y recibir sus salarios pendientes. Los funcionarios municipales, sin
embargo, no tenían más poder sobre las fábricas que los habitantes. Sus
propietarios eran magnates lejanos cuyos problemas financieros eran mucho
más grandes que las dificultades de una remota ciudad en el norte. Entre ellos,
se contaba uno de los hombres más ricos del país, Oleg Deripaska, un oligarca
que había sobrevivido al fin de la era Yeltsin y ahora disfrutaba de una
situación de preferencia en la era Putin. Como la irrupción en la oficina del
alcalde no logró resolver nada, los habitantes llevaron su protesta a la
autopista federal de doble sentido que iba de Vólogda a Nóvaya Ládoga,
cerca de San Petersburgo; bloquearon la autopista durante varias horas y
provocaron un embotellamiento de tráfico que, según las informaciones, se
extendía a lo largo de 400 kilómetros.
La protesta era apenas una entre muchas que habían sacudido al país,
desde la de Baikalsk, donde los trabajadores montaron una huelga de hambre
por sueldos pendientes de pago en una papelera, hasta la de Vladivostok,
donde estallaron reclamos después de que nuevos aranceles aplicados a la
importación de automóviles diezmaran las ventas de coches usados
provenientes de Japón. El Kremlin observaba las señales de descontento con
atención. Medvédev y sus principales asistentes instalaron un programa para
rastrear el malestar en sus ordenadores, el cual señalaba las regiones con
problemas de acuerdo con una matriz de mediciones que incluía,
reveladoramente, la popularidad del nuevo primer ministro.[3]
Pikaliovo no estaba peor que otras ciudades en apuros, pero la escalada de
protestas allí se volvió tan pronunciada que forzó a Putin a actuar, o quizás la
escogieron para demostrar que, de ser necesario, Putin actuaría. El 4 de junio,
Putin fue a Pikaliovo y convocó a los propietarios de las fábricas cerradas
para que se reunieran con él para darles una reprimenda pública que, incluso