Page 418 - El nuevo zar
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para sus estándares, fue extraordinariamente abrasiva. «¿Por qué no
solucionásteis esto antes?», los amonestó cuando se reunió con ellos ante el
pleno de cámaras de televisión del Kremlin. «Corrieron como cucarachas
cuando dije que venía.» Afuera, cientos de habitantes rodearon la fábrica
donde se realizaba la reunión, esperando bajo la lluvia alguna novedad sobre
lo que parecía una intervención divina. Putin, vestido con un impermeable
gris y una camisa con el cuello desabotonado, se encorvaba sobre la mesa,
bufando con desdén. «Han tenido a estas personas de rehenes por ambición,
por falta de profesionalidad o, quizás, simplemente por codicia… Miles de
personas. Es absolutamente inaceptable.»
Hizo un gesto con una pequeña parva de papeles: un acuerdo ya
perfeccionado previo a su llegada. ¿Lo habían firmado todos? Miró fijamente
a Deripaska, que estaba sin afeitar y cuya fortuna había sufrido el embate de
la crisis financiera. Alguien contestó que sí, pero Deripaska asintió con cierta
confusión. En realidad, no había ningún documento que requiriese firma, pero
Putin lo llamó igualmente al frente de la sala y lo humilló ante la vista de
todos, en especial ante los televidentes que pondrían las noticias esa noche y
se maravillarían con la fuerza de voluntad del primer ministro. Putin arrojó su
pluma sobre los papeles. Deripaska la recogió y fingió echar una ojeada al
texto antes de garabatear su firma. Cuando se alejaba, Putin lo rebajó un poco
más: «Y devuélvame mi pluma». Afuera, los trabajadores comenzaron a
recibir mensajes de texto en sus teléfonos. Eran de sus bancos. Sus salarios
pendientes de pago —más de 1 millón de dólares— serían ingresados al cierre
de la jornada. Putin ya se había asegurado de eso.
Durante los meses previos, Putin había parecido cada vez más distante;
trabajaba más en la residencia de Novo-Ogariovo que en su recién
reacondicionada oficina en el edificio de gobierno, la Casa Blanca. Delegó la
administración diaria del Gobierno a uno de sus «vice», Ígor Shuválov. La
elaboración de un nuevo presupuesto de Estado se prolongó durante meses,
mientras los burócratas aguardaban decisiones que él parecía no tener prisa en
tomar.[4] Sin embargo, con la actuación en Pikaliovo, despertó a la amenaza
política de la crisis económica, y a la receta para apaciguarla. El mismo día en
que Putin divulgó su imagen en Pikaliovo, Medvédev dijo a modo de