Page 480 - El nuevo zar
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rodeado de guardias y un perro gruñidor, las tres jóvenes se disculparon por
               causar  ofensa,  pero  insistieron  en  que  la  suya  no  fue  una  expresión  de
               hostilidad  religiosa.  Era  más  bien  una  protesta  política  protegida  por  la
               libertad de expresión. Era el núcleo de una defensa que nadie esperaba que

               pudiese imponerse. El juicio se vio enturbiado con irregularidades judiciales y
               los  arduos  esfuerzos  de  los  fiscales  por  demostrar  el  «daño  moral»  que

               infligió la breve performance,  incluso  a  testigos  que  no  habían  estado  allí,
               sino que solo habían visto el vídeo. Una de los abogados defensores, Violeta
               Vólkova, reclamó que las acusadas no habían podido revisar las pruebas en su
               contra, dado que incluían cientos de horas de vídeo que no tuvieron permitido

               ver en su centro de detención. Agregó que había documentos procesales que
               habían sido falsificados; que ella y sus colegas no habían tenido permiso para

               reunirse una sola vez con sus clientas de forma confidencial; que los testigos
               expertos de la defensa se habían visto impedidos de prestar testimonio; que el
               tribunal simplemente ignoró las objeciones de la defensa.


                    «La sensación ahora mismo es que no estamos en la Rusia del siglo XXI,
               sino en algún universo alternativo de un cuento de hadas como Alicia en el
               país  de  las  maravillas,  como  Alicia  a  través  del  espejo  —dijo  Vólkova,

               haciendo caso omiso del reclamo de la fiscalía de que unos pocos segundos de
               protesta  podían  destrozar  los  cimientos  de  una  Iglesia  con  un  milenio  de
               historia—, y que ahora mismo toda esta realidad absurda desaparecerá y se

               vendrá abajo como un castillo de naipes.»[17]

                    El de ellas era una farsa judicial que evocaba las de la era de Stalin o de
               Brézhnev,  esta  vez  con  cada  giro  y  declaración  registrados  en  vídeo  o  por

               escrito en internet. Aunque los fiscales hacían su mayor esfuerzo por retratar a
               las  tres  mujeres  como  pervertidas  con  poca  educación,  ellas  parecían
               preparadas y valientes, bien versadas en historia y teología. En sus alegatos

               finales,  citaron  las  rebeliones  intelectuales  y  morales  de  pensadores,  desde
               Sócrates  hasta  Jesús,  desde  Dostoievski  (que  una  vez  se  enfrentó  a  un
               simulacro de ejecución) hasta Solyenitsin. En su alegato final, María Aliójina

               comparó la prisión con una «Rusia en miniatura», donde las personas habían
               perdido el sentido de sí mismas y no eran más que víctimas desventuradas a
               merced de la Administración de la prisión.


                    El  juicio  intensificó  la  indignación  internacional  respecto  del  giro
               ampliamente autoritario que había dado Putin, y lo perseguía cada vez que
               viajaba al exterior. Putin realizó sus primeras declaraciones públicas sobre el
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