Page 482 - El nuevo zar
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que  las  engendró  sufrió.  Las  otras  dos  intérpretes  que  habían  estado  en  la
               catedral,  identificadas  solo  como  Balaklava  y  Serafima,  huyeron  del  país
               después del veredicto.

                    En  octubre,  las  tres  mujeres  apelaron  la  sentencia.  Incluso  Dmitri

               Medvédev, ahora instalado como primer ministro, dijo que, si bien la protesta
               lo  había  asqueado,  creía  que  era  improductivo  e  innecesario  que  siguieran
               encarceladas.  Ya  habían  estado  detenidas  durante  siete  meses,  en  cualquier

               caso.  Katia  había  contratado  a  un  nuevo  abogado  y,  en  lugar  de  intentar
               justificar la protesta, argumentó que su condena debía ser revertida porque no
               había tenido ni tiempo de tocar la guitarra cuando la apremiaron a abandonar

               la  solea.  Los  abogados  de  las  otras  dos  mujeres  arguyeron  que  los
               comentarios  de  Medvédev  y  Putin  habían  influenciado  el  juicio,  lo  cual
               justificaba una anulación o un nuevo juicio. El juez aceptó la argumentación

               de Katia y la liberó con una condena en suspenso, mientras que rechazó las
               apelaciones  de  Nadezda  y  María.  Algunos  sospecharon  que  Katia  había

               acordado algo aparte o quizás que el Kremlin deseaba mostrar que la Justicia
               era libre, de hecho, para deliberar con justicia. Muy pocos creyeron que Katia
               hubiera ganado la apelación por mérito propio.

                    Tras su liberación, Katia cultivó un bajo perfil. Igualmente se reunió con

               los miembros que quedaban de Pussy Riot en Moscú, pero ya no realizaron
               performances. Estaba segura de que las vigilaban. En un bar vegetariano en
               Moscú, después de su liberación, explicó que el motivo de sus performances

               había  sido  muy  distorsionado  para  los  fines  políticos  del  Kremlin,  pero
               también marcó que el gran público no había sido receptivo con el mensaje.

               [18]  El  pueblo  ruso  no  estaba  preparado  para  desafiar  el  sistema  que
               lentamente se había hecho con el control de la sociedad. No era Putin en sí
               mismo el villano en el procesamiento contra ellas, creía. Él solo representaba
               la cara de una sociedad conservadora y profundamente patriarcal. El villano

               era  la  insensible  conformidad  de  un  sistema,  en  cultura  y  en  política,  que
               volvía demasiado arriesgada siquiera de considerar cualquier divergencia de

               pensamiento. «El problema no fue que todos pensaran que éramos inocentes,
               que las acusaciones contra nosotras eran ilegítimas, que solo Putin era malo y
               hacía  llamadas  telefónicas  y  presentara  denuncias  sobre  el  caso  —explicó
               Katia—. El problema fue que todos creyeron que éramos culpables.»
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