Page 486 - El nuevo zar
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para Estados Unidos, sino también para los líderes de las otras naciones a las
               que una vez había cortejado. Envió a Medvédev en su lugar con el pretexto de
               que  estaría  demasiado  ocupado  formando  su  nuevo  Gobierno.  Nadie  en  la
               Casa Blanca había recibido de buen grado el retorno de Putin al Kremlin, pero

               Obama  envió  a  su  consejero  de  Seguridad  Nacional,  Thomas  Donilon,  a
               Moscú tras las elecciones con la esperanza de asegurar el respaldo de Rusia

               para  una  reducción  continuada  de  las  armas  nucleares  y  para  resolver  la
               espantosa guerra civil que había consumido a Siria. En marzo, Obama, que
               afrontaba  su  propia  campaña  de  reelección,  había  intentado  alentar  a
               Medvédev respecto de que él y Putin podían seguir avanzando en superar la

               oposición  de  Rusia  a  las  defensas  de  misiles  en  Europa,  pero  necesitaba
               esperar hasta después de las elecciones. Este intercambio, en una reunión de

               líderes mundiales sobre seguridad nuclear, fue recogido inadvertidamente por
               un micrófono abierto.

                    —En todas estas cuestiones, pero especialmente en la defensa de misiles,

               puede resolverse, pero es importante que él me dé espacio —le dijo Obama a
               Medvédev.[2]

                    —Sí,  entiendo  —replicó  Medvédev—.  Entiendo  tu  mensaje  acerca  del
               espacio. Tu espacio…


                    —Estas son mis últimas elecciones —explicó Obama—. Después de mi
               elección, tendré más flexibilidad.

                    —Entiendo. Voy a transmitir esta información a Vladímir.


                    La  metida  de  pata  de  Obama  llevó  a  su  contendiente  republicano,  Mitt
               Romney,  a  declarar  que  Rusia  era  «nuestro  enemigo  geopolítico  número
               uno», peor que una Corea del Norte con armas nucleares o un Irán aspirante a
               potencia nuclear, por la protección que proporcionaba a «los peores actores

               del  mundo»  a  través  de  su  veto  en  el  Consejo  de  Seguridad  de  Naciones
               Unidas.  Obama  lo  entendió  todo  mal,  pues,  si  bien  él  podía  tener  más

               flexibilidad  después  de  su  reelección,  Putin  sería  ahora  más  inflexible  que
               nunca.  Para  junio,  cuando  Obama  se  reunió  con  Putin  en  la  costa  de  Baja
               California para la cumbre del G20, ninguno de los dos se esforzó demasiado
               por ocultar su desdén por el otro. Putin hizo esperar a Obama más de media

               hora y, cuando los dos salieron de su reunión, no sonrieron ni se hablaron;
               ambos  miraron  a  la  audiencia  mientras  respondían  las  preguntas  de  los

               periodistas. Tampoco avanzaron respecto de ninguno de los puntos difíciles
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