Page 491 - El nuevo zar
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Putin  apareció  en  la  cumbre  del  Foro  de  Cooperación  Económica  Asia-
               Pacífico  en  Vladivostok  con  una  cojera  visible  que  el  Kremlin  parecía
               renuente a explicar claramente. (Se había hecho un esguince en un músculo
               de  la  espalda  mientras  jugaba  al  hockey  sobre  hielo,  deporte  que  había

               empezado a practicar recientemente, explicó más tarde un alto asistente.) Tras
               un año tumultuoso, Putin había sobrevivido a la ola de manifestaciones que

               empañaron  su  reelección,  pero  la  incertidumbre  que  envolvía  su  salud
               revelaba  una  inquietud  que  corría  por  el  sistema.  El  líder  parecía  estar
               luchando  por  recobrar  el  brío  de  su  primera  presidencia,  como  si  hubiese
               retornado al poder sin un propósito claro, como si su elección no hubiese sido

               un medio para un fin, sino un fin en sí mismo.

                    En su camino a la cumbre había volado en un planeador motorizado como
               parte de un programa de preservación para devolver las grullas siberianas a un

               ambiente  salvaje.  Putin  había  cautivado  a  sus  seguidores  con  diversos
               encuentros con animales salvajes (algunos de ellos, sedados), pero sus ardides

               coreografiados ya no parecían convincentes. Los había dejado de lado durante
               la  agitación  en  torno  a  su  elección,  quizás  avergonzado  por  el
               «descubrimiento»  de  las  ánforas  expresamente  plantadas  en  el  mar  Negro,
               pero  ahora  los  había  reanudado  y  sus  estrategas  volvían  a  las  tácticas  que

               habían funcionado durante tanto tiempo. Putin se vistió con un esbelto mono
               blanco  y  se  unió  al  piloto  del  planeador  para  llevar  grullas  criadas  en

               cautiverio cerca del río Obi, en el oeste de Siberia, hacia su lugar de descanso
               invernal  en  el  sur.  La  aeronave,  equipada  con  cámaras,  debió  hacer  dos
               intentos hasta  que  los  pájaros  la  siguieron.  Según  se  informó,  Putin  había
               pagado por el aeroplano y había dedicado horas a entrenar para el vuelo, pero

               el  suceso  fue  ridiculizado  como  una  forma  de  hagiografía  soviética  del
               siglo  XXI.  Gleb  Pávlovski,  el  estratega  que  había  perdido  preferencia,

               describió  los  últimos  ardides  de  Putin  como  premeditados  y  poco
               convincentes,  como  si  el  Kremlin  se  hubiera  quedado  sin  ideas  nuevas.
               Pávlovski  había  hecho  tanto  como  cualquiera  por  dar  forma  a  la  imagen

               política de Putin a través de los ardides televisivos que lo habían convertido
               en el líder político que ahora era, pero, tras retornar a su cargo, Putin parecía

               no conocer otra forma de liderar. En lugar de poner el énfasis en el tema de la
               preservación,  las  grullas  ahora  eran  simplemente  otro  elemento  de  utilería
               para la vanidad de Putin. «El líder fue al cine y nunca volvió», dijo Pávlovski.
               Sonaba contrito.[4]
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