Page 493 - El nuevo zar
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NTV había retransmitido en antena un documental en que acusaba a los
disidentes que habían tomado las calles de conspirar para derrocar al
Gobierno, esta vez con la asistencia de oligarcas en Georgia y sus patronos en
Occidente. El par de documentales retrataba a Putin como un patriota simple
y honesto en su trabajo, incansable, exclusivamente devoto a los asuntos de
Estado, mientras que sus críticos eran extranjeros que buscaban la anarquía.
En medio de las pruebas reunidas sobre la corrupción y el nepotismo que
habían enriquecido a sus amigos y aliados, Putin aparecía viviendo una vida
modesta y casi ascética en una residencia que, con todo su confort y servicios,
era sobria, con pocos despliegues ostentosos de riqueza. El último informe
técnico de Boris Nemtsov y sus aliados sobre la corrupción y riqueza del
círculo interno de Putin había detallado las veinte residencias estatales que el
presidente tenía a disposición, nueve de ellas construidas durante su tiempo
en el poder, así como docenas de yates y aviones. Sin embargo, incluso esos
críticos reconocían que a Putin le importaban menos las riendas de la riqueza
que las del poder.
Aunque reverencial, «Visita a Putin» sí proporcionó un esquema de la
rutina presidencial oficial, que en los doce años desde la dimisión de Yeltsin
había permanecido por designio como un misterio para los rusos corrientes.
Los días de Putin seguían un guion que parecía una serie impávida de
reuniones y ceremonias. Comenzaba tarde por la mañana —se despertó a las
8:30 h el segundo día del proyecto de Takmenev— con sus carpetas de
resúmenes, las compilaciones diarias del FSB y el Servicio de Inteligencia
Exterior, el SVR. Luego, como casi todos los días, realizaba un entrenamiento
prolongado: primero se ejercitaba en las máquinas de pesas en el gimnasio de
la residencia, mirando programas de noticias en televisión, y luego hacía un
kilómetro de natación en la piscina cubierta. No era hasta el mediodía que
Putin tomaba el desayuno: una simple ración de avena, huevos crudos de
codorniz y requesón, enviado para él por el patriarca Cirilo, dijo, desde las
granjas propias de la Iglesia, y un zumo de remolacha y rábano picante. Por lo
tanto, su día de trabajo comenzaba tarde y duraba hasta lo más profundo de la
noche. Sus reuniones con ministros solían ocurrir cuando la mayoría de las
personas se preparaba ya para acostarse. Era casi medianoche un día que
despidió a Takmenev para reunirse con su jefe antinarcóticos, Víktor Ivanov,
y el ministro de Defensa, Anatoli Serdiukov, que, como Takmenev, debió
esperar en la antecámara. Putin dijo que sus ministros estaban siempre