Page 495 - El nuevo zar
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ocasionalmente reveladores. La afición de Putin por trabajar hasta tarde por la
               noche  y  hacer  esperar  a  los  visitantes  durante  horas  se  había  vuelto
               infamemente célebre. Incluso sus amigos esperaban para verlo de madrugada.
               Ígor  Shadjan,  el  cineasta  que  lo  había  entrevistado  hacía  dos  décadas,

               recordaba haberse reunido con Putin la última vez a la una en punto de la
               madrugada,  después  de  haber  esperado  durante  horas  mientras  una  fila  de

               funcionarios y ejecutivos entraban uno por uno en su oficina.[7] Putin ya no
               tenía la cháchara fácil con que se había ganado a Shadjan en 1991. Intentó
               hacer una broma, pero Putin no se rio. «Por cierto —dijo en una entrevista en
               2013—,  Stalin  también  era  una  persona  nocturna.»  Haciéndose  eco  de  la

               dramatización  de  Solyenitsin  de  los  monólogos  interiores  de  Stalin  en  El
               primer  círculo,  Shadjan  ahora  describió  a  Putin  como  «terriblemente

               cansado» y solitario, rígido en su dogma, desconfiado y temeroso de aquellos
               en su séquito que seguramente «querrán la revancha tan pronto como dimita,
               porque muchos de ellos dependen de él hasta la humillación».


                    Aquellos que una vez habían ocupado las órbitas exteriores de la vida de
               Putin  —ministros,  empresarios,  conocidos—  ahora  lo  veían  con  menos
               frecuencia.  Parecía  haber  cambiado.  Herman  Gref,  uno  de  sus  consejeros
               liberales desde los días en que trabajaban juntos en San Petersburgo, había

               observado a su viejo colega durante mucho tiempo, pero sin embargo le era
               difícil explicar la evolución de su carácter. Ante la consulta, una vez, sobre si

               Putin había cambiado, hizo una pausa incómoda, buscando una respuesta que
               no  ofendiera.  Todo  lo  que  dijo  fue:  «El  poder  cambia  a  las  personas».[8]
               Otros que habían sido cercanos a él fueron excluidos de su círculo. La viuda
               de Anatoli Sobchak, Liudmila Nárusova, describió a Putin como un hombre

               que había cambiado desde el tiempo en que su esposo lo llamaba en broma
               Stirlitz, el doble agente en la serie de espionaje Diecisiete instantes de una

               primavera. «Tiene buen sentido del humor, al menos solía tenerlo», dijo a un
               periódico después de ser excluida del Consejo de la Federación en el otoño de
               2012. Su exilio político fue el precio que pagó por ser una infrecuente voz de

               oposición ante el frenesí de leyes que reprimían a los disidentes, entre ellos, a
               su  hija  Ksenia.[9]  «La  destrucción  de  mis  ilusiones  no  tiene  que  ver  con
               Vladímir Vladímirovich, quien sé que es un hombre absolutamente honesto,

               decente  y  devoto,  sino  con  su  entorno  —dijo  Nárusova—.  Tengo  una
               sensación de disgusto hacia aquellos con los que se rodea.» Estaba ciego a
               «los  muy  bajos  estándares  morales»  de  los  líderes  políticos  en  quienes
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