Page 499 - El nuevo zar
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ganó el partido con un penalti durante la prórroga.[12]
Fue en el día de la investidura de Putin ese mayo cuando se vio a Liudmila
por última vez con él en público. Antes de eso, habían aparecido juntos el día
de las elecciones en un colegio electoral, donde Putin bromeó enfáticamente a
expensas de ella. Cuando un trabajador señaló la información del candidato
pegada en la pared, Putin replicó que no la necesitaba, pero que ella tal vez sí.
«No está al corriente», dijo.[13] La ausencia de ella durante la nueva
presidencia de Putin se volvió llamativa y avivó nuevos rumores acerca de su
separación. Brilló por su ausencia en los servicios de Pascua de ese año,
cuando Putin apareció con Medvédev y su esposa, acompañado por el alcalde
de Moscú, Serguéi Sobianin. Putin también evitó el cumpleaños número
cincuenta y cinco de ella en la víspera de las Navidades ortodoxas del 6 de
enero de 2013: él estaba en Sochi, concediéndole a Gérard Depardieu un
pasaporte (para que el actor pudiera evadir el pago de impuestos en Francia) y
esquiando en las pistas olímpicas recientemente inauguradas.[14]
No aparecieron juntos en público otra vez hasta junio siguiente, a la salida
del primero de los tres actos de un ballet representado en el Kremlin, La
Esmeralda, para responder a una pregunta de un periodista tan impertinente
que solo podía haber estado preparada, tanto como la función a la que estaban
asistiendo. «¿Qué os ha parecido Esmeralda?», comenzó el corresponsal que
los esperaba, de un canal de solo noticias, Rosiya 24. Después de que Putin y
su esposa hicieran algunas observaciones banales acerca de la música
«preciosa» y los movimientos «etéreos» de los bailarines, el corresponsal
gentilmente trajo a colación un tema que en cualquier otra circunstancia
hubiera provocado la furia de Putin: «Tan rara vez aparecéis juntos, y hay
rumores de que ya no vivís juntos. ¿Es así?».
Putin inhaló, echó una mirada a Liudmila y, tras un momento, respondió:
«Es verdad. Toda mi actividad, mi trabajo, es público, absolutamente público.
A algunos les gusta. A otros, no. Algunos son completamente incompatibles
con eso». Se dirigía a ella formalmente como Liudmila Aleksándrovna, la
forma en que uno se dirigiría a un extraño o a un mayor. Ella ya lo había
«seguido bastante», dijo. «Han sido ocho años, o nueve, sí, nueve. De modo
que, para resumirlo, fue una decisión mutua.» Estaban de pie y leve,