Page 503 - El nuevo zar
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2009; decenas de nuevos hoteles, escuelas y clínicas. En ese momento, era la
obra más grande del planeta, un esfuerzo que en Rusia se comparaba con la
reconstrucción de las ciudades devastadas tras la Gran Guerra Patriótica.
Anatoli Pajómov, el alcalde de Sochi, dijo que un proyecto gigante, el de
soterrar una segunda autopista de circunvalación para aliviar el tráfico
congestionado de la ciudad, era algo que Stalin había propuesto hacía más de
medio siglo, pero que solo ahora, con Putin en el Gobierno, se estaba
concretando. Vladímir Yakunin, el viejo amigo de Putin, comparó la vía
férrea, construida con un coste de alrededor de 10.000 millones de dólares,
con un proyecto todavía más antiguo para unificar la nación: el ferrocarril
Transiberiano, construido en el ocaso del Imperio ruso por el zar Alejandro III
y su hijo, Nicolás II.[1]
Desde el principio, Putin había estado íntima y obsesivamente
involucrado en el proyecto olímpico, asignando contratos (con frecuencia sin
concurso de licitación), aprobando diseños y vigilando los cronogramas de
obra. Iba a Sochi reiteradamente, tanto en visitas oficiales como en viajes
privados a su dacha en Bocharov Ruchei o a una nueva construida por
Gazprom en las montañas. Mucho más que cualquier otro megaproyecto,
Sochi iba a simbolizar la riqueza creciente del país, su prestigio internacional,
el triunfo sobre el terrorismo y el separatismo en el turbulento Cáucaso Norte,
que estaba apenas del otro lado del cordón montañoso donde se realizarían los
Juegos. Para Putin, los Juegos Olímpicos tenían un propósito más profundo
que el meramente político. Los creía un paliativo para un país que había
sufrido tanto durante las décadas anteriores.
«Después del colapso de la Unión Soviética, tras los sucesos oscuros y,
seamos honestos, sangrientos en el Cáucaso, la actitud pública en Rusia se
volvió muy negativa y pesimista —dijo una vez Putin a un grupo de
periodistas extranjeros—. Debemos aunar esfuerzos y darnos cuenta de que
podemos lograr proyectos de gran escala en los plazos previstos y con altos
estándares, y con “proyectos” me refiero no solo a un potencial defensivo más
fuerte, sino también a desarrollos en el campo humanitario, incluido el alto
rendimiento deportivo.» Los Juegos Olímpicos, dijo, fortalecerían «la
confianza de la nación».
Hasta los detractores de Putin reconocieron la magnitud del empeño,
aunque no siempre de forma tan favorable. Konstantín Remchukov, el
publicista y editor en jefe del periódico independiente Nezavísimaia Gazeta,