Page 506 - El nuevo zar
P. 506
lo peor de la crisis económica, se había estancado otra vez. El crecimiento se
había desacelerado, al pasar de un 3 % en 2012 a un 1 % en 2013. El auge de
consumo alimentado por los precios del petróleo no se había traducido en
mejores servicios por parte del Gobierno. Los índices de aceptación de Putin
—una medida imperfecta dado el control estatal ejercido sobre los medios—
se desplomaron en 2013 al nivel más bajo registrado desde que fuera
presidente por primera vez, en 2000. De acuerdo con una agencia, el índice de
aceptación de Putin había alcanzado su pico máximo el mes después de la
guerra en Georgia, con un 88 %, pero para entonces daba tumbos apenas por
encima del 60 %.[6] De los encuestados, un porcentaje incluso menor tenían
fe en la dirección del país o en las políticas del presidente, y aún menos en la
burocracia rapaz e ineficaz, que parecía resistir incluso los decretos de Putin.
En las laderas de Krásnaia Poliana ese día de febrero, la frustración de Putin
se desbordó mientras llevaba a cabo una nueva inspección personal de las
instalaciones que aún no alcanzaban a cumplir con el cronograma. Durante
estas visitas, dijo el alcalde Pajómov, Putin rara vez expresaba
reconocimiento por un trabajo bien hecho: era un capataz que establecía
expectativas y se enfurecía cuando no se cumplían. Pajómov hablaba de estos
encuentros con admiración por el poder de la voluntad de Putin. En esta
ocasión, Putin estaba decidido a hacer un espectáculo público de su disgusto.
Vestido con un abrigo largo oscuro, estaba de pie, rodeado por una partida de
sus asistentes de mayor jerarquía en el centro de carreras de trineo,
recientemente terminada. El líder del comité organizador de Sochi, Dmitri
Chernishenko, explicaba la disposición de los asientos cuando Putin,
inesperadamente, llevó la conversación a otra instalación, la pista de salto de
esquí, que, entre todos los ejemplos de derroche y demora, estaba por
convertirse en el más infame.
El proyecto, llamado Górnaia Karusel [Carrusel de la Montaña], era
supervisado por Ajmed Bilalov, un vicepresidente del Comité Olímpico de
Rusia que por casualidad también había sido propietario de la tierra del lugar
y, hasta recientemente, de acciones en la compañía que había sido contratada
para la obra. Se las había vendido a su hermano. Bilalov, un empresario de
Daguestán que alguna vez había cumplido funciones en la Duma, era cercano