Page 504 - El nuevo zar
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comparó la obra en Sochi con la creación de Pedro el Grande de una nueva
               San  Petersburgo  zarista  en  el  siglo  XVIII  no  solo  para  reemplazar  a  Moscú
               como capital de la nación, sino para sacar al país de su atraso.


                    «Aprendimos en la escuela cómo se construyó sobre los huesos de tantos,
               cuántos se quedaron sin aliento, cuántos debieron cortarse la barba, cuán triste
               estuvo  Moscú  de  que  San  Petersburgo  se  creara  en  una  zona  pantanosa  y

               podrida  —dijo—.  Para  Putin,  esto  es  su  San  Petersburgo.  Mirad  cómo
               construyó Sochi, ¡en Krasnodar! Cincuenta, sesenta años pasarán (no lo sé) y
               las personas allí la llamarán Putingrado.»[2]

                    Como con las industrias estratégicas de la nación, Putin había encargado

               los  proyectos  más  grandes  a  personas  en  las  que  confiaba  o  a  las  que
               controlaba, y las hizo más ricas. No toleraba ni disenso ni demoras. «Después

               de que los periodistas se marchen —reprendió a sus subordinados reunidos
               durante una desafortunada gira de inspección fotográfica en 2012—, os diré
               cuáles son las consecuencias de no cumplir con los plazos. No quiero asustar
               a  nadie,  pero  os  hablaré  como  personas  a  las  que  conozco  desde  hace  ya

               muchos años.»

                    Y,  aun  así,  la  construcción  sufrió  demoras,  catástrofes  y  escándalos:
               sobreprecios,  accidentes,  robos,  corrupción,  uso  indebido.  En  2009,  una

               poderosa tormenta invernal había destruido el puerto de carga construido para
               descargar  los  materiales  de  construcción,  junto  con  miles  de  metros  de

               barreras que rodearían el lugar. Putin había tenido que despedir sucesivamente
               a tres directores de la principal empresa contratista, Olimpstroi, hasta que un
               cuarto conservó el empleo. Decenas de miles de obreros invitados por un muy
               bajo salario llegaron a raudales —desde Moldavia, Ucrania y Asia Central, lo

               cual avivó el resentimiento entre los rusos de la región— y muchos recibieron
               un  maltrato  horrible,  mala  paga,  engaños  con  relación  a  sus  sueldos  y

               deportaciones a sus países. Decenas de ellos murieron en accidentes.[3]

                    Putin quería que los Juegos Olímpicos fuesen un símbolo de Rusia, y lo
               fueron.  Todos  los  proyectos  estuvieron  infestados  de  corrupción,  lo  cual

               incrementó tanto los gastos que era difícil pasarlos por alto u ocultarlos. A
               principios de 2013, Dmitri Kozak, su asistente cercano y ahora el vice primer
               ministro  que  él  había  puesto  a  cargo  de  Sochi,  dejó  caer  en  declaraciones
               públicas que el coste por los preparativos de Sochi se había inflado, al pasar

               de  los  12.000  millones  de  dólares  que  Putin  había  prometido  al  Comité
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