Page 500 - El nuevo zar
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torpemente, apartados. A Liudmila se la veía incómoda; a Putin, de acero.
«Nuestro matrimonio se terminó porque apenas nos vemos —aportó ella—. A
Vladímir Vladímirovich lo absorbe su trabajo. Nuestras hijas han crecido.
Viven sus propias vidas. Todos lo hacemos.» Expresó gratitud de que, «aun
así, nos mantiene a mí y a nuestras hijas», y dijo que seguirían siendo amigos.
En un momento en que muchos políticos y funcionarios rusos desmentían
revelaciones acerca de que sus hijos vivían o estudiaban en el exterior, Putin
aprovechó la oportunidad para enfatizar que sus hijas habían permanecido en
Rusia.
El corresponsal parecía confundido. ¿Significaba que estaban
divorciándose? «Puedes llamarlo un divorcio civilizado», dijo Liudmila.
La decisión de Putin de levantar el velo sobre su vida personal coincidió
con el giro socialmente conservador de sus políticas, que proclamaban la fe y
la moral rusa en la lucha por definir y defender la idea del Estado. En su
mayor parte, los rusos reaccionaron con indiferencia, incluso con empatía. La
única sorpresa era la elección del momento oportuno. El divorcio no se
oficializaría hasta el año siguiente. Mientras tanto, su separación dio pie a un
frenesí de especulaciones acerca de que Putin se aprestaba a casarse otra vez,
quizás con Alina Kabáieva, que se decía había tenido un hijo suyo en 2010 (y
una hija en 2012). Kabáieva, que había salido en la portada de la edición rusa
de Vogue en enero de 2011, con un deslumbrante vestido de Balmain, negó
reiteradamente que tuviera hijos. (Un niño que había aparecido en su vida,
dijo ella, era su sobrino.) Surgieron rumores de otros romances que
involucraban a la agente encubierta Ana Chapman y la fotógrafa oficial de
Putin, Yana Lapikova, una exmodelo y participante en el concurso de belleza
Miss Moscú. Siempre había algo un poco falso acerca de los rumores, todos
los cuales el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, negaba. Stanislav Belkovski,
el estratega político y columnista ocasional, dijo que los rumores sobre su
vida amorosa eran invención del aparato de relaciones públicas del Kremlin,
que trataba de realzar la imagen de Putin. Belkovski publicó un libro, en
Alemania, que lo retrataba como un líder solitario y desconfiado, más cercano
a sus mascotas perrunas que a cualquier persona, incluidos sus amigos. El
libro, simplemente titulado Putin, mezclaba especulación, habladurías y
hechos —incluso detalles precisos, por ejemplo, acerca de las vidas de las
hijas— con tanto descaro que era imposible distinguir una cosa de la otra,
igual que era imposible conocer la verdad acerca de la vida privada de Putin.