Page 501 - El nuevo zar
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Ni Belkovski estaba seguro, de todas maneras, y se distanció del retrato
psicológico que había trazado.[15] Putin no parecía más genuino que los
ardides políticos que había perfeccionado. Después de más de doce años en el
centro de la atención pública, se había convertido en una figura distante, tan
remota respecto de la gente como los secretarios generales o los zares que lo
antecedieron, tan poderosa e inescrutable como la elusiva autoridad de
Klamm en El castillo, de Kafka. «Sabéis, ya no se trata de Putin —dijo Gleb
Pávlovski—. Hablamos demasiado de Putin. Putin es nuestro cero, un vacío,
una pantalla donde proyectamos nuestros deseos, nuestro amor, nuestro
odio.»[16]